Amor y odio en la isla domínico-haitiana

Amor y odio en la isla domínico-haitiana

Veinte millones de seres humanos se confinan en una pequeña isla caribeña de unos 75 mil kilómetros cuadrados en donde un desbalance está en marcha, cuando una buena parte de lo que viven en lado occidental de esa isla emigran sin cortapisas hacia el lado oriental, lleno de oportunidades para ellos y saciar su hambre, su insalubridad y hasta educarse en el sistema de escuelas dominicanas.

Nunca como antes, la situación se había agravado tanto por esa invasión pacífica e incontrolada, donde las autoridades dominicanas de migración apenas pueden contenerla, cubriendo una parte mínima debido a que ese trasiego humano genera un pingüe negocio de las autoridades de ambas naciones y contribuye a que muchas poblaciones dominicanas ya poseen espesos y cerrados guetos de haitianos que se han establecido bajo la complacencia de los vecinos dominicanos y de sus autoridades, que conviven y comparten pobrezas y esperanzas de futuras mejorías.

El plan de regularización y de naturalización avanza en cámara lenta, significando un drenaje apreciable del escaso dinero dominicano, pero al menos se le ofrece al mundo una imagen de que por primera vez en serio se pretende regular un trasiego que era una burla para un supuesto país organizado que controlara sus fronteras. Esto no es así si se toma en cuenta que cada día se informa de detenciones y deportaciones masivas y sumarias de haitianos que acaban de cruzar la frontera. También son capturados por la Armada los haitianos embarcados en los botes que pretenden viajar para Puerto Rico o hasta la Florida, lo cual ya no es exclusivo de los ilegales dominicanos.

El país, con un índice de crecimiento superior al 7%, continua siendo un territorio muy apreciado para los ilegales haitianos con intentos de ponerle orden para que al menos tengan un documento de identidad, pero tropieza con la realidad que en su país nacen como la verdolaga y sin esperanzas de ser registrados debidamente. Eso ocurre con la migración africana hacia Europa, en especial Italia, España y Francia, donde llegan miles de africanos sin papeles, y así llegan los haitianos al país, con la facilidad de que aquí no tienen que mojarse ni sufrir las persecuciones de celosas autoridades, ya que nuestro ambiente antillano todo se flexibiliza, y como dice la canción aquí todo se compra.

El país se jacta de poseer una fuerza militar disuasiva, que cada año exhibe a la comunidad, frente al presidente de turno, el poder de fuego, que como herencia de la dictadura, nos encanta enseñar las armas modernas y los progresos que se han producido en el campo bélico. De seguro que los extranjeros, en especial los diplomáticos acreditados en el país, se preguntarían cuál es el adversario que tiene el país que obliga a estar preparados y alerta para evitar un ataque. Se concluye que siguen la escuela de Trujillo, de exhibir un poder disuasivo si alguna vez en Haití se estableciera de nuevo un ejército, cosa que ellos están procurando, y le daría razón para la eventualidad de un enfrentamiento isleño.

Los militares dominicanos exhiben cada año las armas de última generación en un arsenal que resulta muy costoso a un país pobre, aun cuando se tiene el argumento que miles de soldados en la nómina estatal disminuyen el índice de desempleo, y en donde ya hay descendientes de haitianos formando parte de las compañías de militares que cada año, el 27 de Febrero, desfilan en el malecón, y en Santiago, en el aniversario de la batalla del 30 de Mazo. Ya los tanques de guerra y los carros de combate son cosas de los juegos de guerra del pasado, ahora son vehículos utilitarios, regimientos compactos de guerrilleros y pelotones de expertos francotiradores con rifles de largo alcance y novedosos vestuarios de camuflaje.

El amor y el odio en la isla prevalece por encima de los sentimientos fuertemente ultranacionalistas de los grupos, que no admiten un entendimiento con una población, que por encima de sus vicisitudes, solo piensan asentarse en el lado oriental de la isla, donde saben que encontrarán lo que ya perdieron hace tiempo en su territorio, devastado por la ignorancia y la crueldad de su desprecio para no cuidar el medio ambiente.

 

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