Angustia y coraje para lograr la Restauración

Angustia y coraje para lograr la Restauración

Hoy se cumplen 155 años de un acontecimiento histórico que en cierta forma marcó la consolidación en los dominicanos la voluntad de ser libres y oponerse a cualquier intento de avasallamiento que fuerzas extranjeras en el futuro pudieran acariciar para apoderarse del país.
Después de esa fecha de 1863 los haitianos, los rivales de tradición de los dominicanos, abandonaron sus acostumbrados intentos de invadir el territorio oriental de la isla. Incluso el presidente haitiano de la ocasión Fabré Gefrard, durante esos convulsos años de la Anexión, le facilitó una ayuda invaluable a los patriotas dominicanos.
Desde el mismo instante que en marzo de 1861 se anunció la Anexión a España, los dominicanos demostraron su oposición con protestas muy enérgicas en donde se destaca la llevada a cabo por el patriota febrerista José Contreras, ya ciego y de avanzada edad en Moca. Él y sus compañeros se sublevaron en contra de la Anexión pero fueron detenidos y fusilados.
A las pocas semanas de impuesta la Anexión, desde Haití ingresa al país por Hondo Valle el patricio Francisco del Rosario Sánchez, quien junto a sus compañeros fueron traicionados por un vecino de El Cercado. Fueron detenidos y trasladados a San Juan donde fueron fusilados en el mes de junio de ese año.
No fue pacífica la Anexión para los españoles que habían desembarcado con abundantes tropas muy experimentadas en la guerra. Llegaron desde Cuba y Puerto Rico que eran colonias españolas y por los puertos de Monte Cristi, Puerto Plata y Santo Domingo. Venían para apaciguar a los levantiscos dominicanos que no se sometían a los designios de Pedro Santana que nunca tuvo fe en un país soberano y estuvo pendiente a las amenazas que Haití sometía a los dominicanos. La última expedición fue en 1856 y sufriendo los occidentales una humillante derrota en Sabana Larga en enero de ese año. Al año siguiente subió a la presidencia haitiana Fabré Gefrard y una nueva era de entendimiento se inició entre los dos países pero al poco tiempo en 1861 cristalizó el plan de Santana de anexar al país a España.
Los haitianos, por temor que también España quisiera apoderarse de su país, aportaron una gran ayuda a los dominicanos insurrectos. El vecino país era un refugio de los dominicanos que cruzaban la frontera constantemente. Tanto es así que los primeros enfrentamientos en contra de España fue en esa zona por las facilidades que Haití les ofrecía. Eso se redujo cuando España amenazó al gobierno haitiano de bombardear sus principales puertos e imponer una multa si continuaban ayudando a los dominicanos. La ayuda se redujo pero no por completo y los dominicanos tuvieron en sus antiguos enemigos el apoyo para refugiarse y la vez obtener la ayuda en armas y pertrechos que se necesitaban para sostener la lucha contra los españoles.
La agonía y el miedo dominaba a las fuerzas invasoras. No transcurría un día en que no se produjera un incidente sangriento de los ataques de guerrillas de los dominicanos. Así los españoles se mantenían sobresaltados, acostumbrados a la guerra de campos de batalla definidos.
No había una línea de mando entre los restauradores dominicanos. Tan solo la cabeza visible lo fue Santiago Rodríguez, un hacendado muy próspero en Sabaneta donde tenía el dominio de esa región Nordestana. Y el 16 de agosto de 1863 se reunieron en el Capotillo español los dominicanos que llegaron de Haití junto a la gente de Santiago Rodríguez para proclamar el inicio de guerra restauradora. Se recrudecieron los combates y fue memorable el enfrentamiento de Mangá en la confluencia de los ríos Yaque del Norte y Guayubín, en donde los españoles por su disciplina y preparación militar pudieron avasallar a las improvisadas tropas dominicanas con Benito Monción a la cabeza.
No fue sino hasta el 14 de septiembre de 1863 que por fin los restauradores organizaron el desorden existente. Solo la valentía y el arrojo de los dominicanos era el factor que mantenían a la defensiva a los españoles. Gregorio Luperón era la bujía inspiradora de la lucha en el Cibao y más luego en las llanuras del este. En Santiago se formó el gobierno provisorio integrado por connotadas figuras del Cibao entre civiles y militares, donde se destacaban Ulises Francisco Espaillat y Benigno Filomeno de Rojas, junto a otros que le dieron un orden al movimiento y colocaron a Pepillo Salcedo a la cabeza que se había distinguido por su valor y capacidad de organización. Al año siguiente, Salcedo, sería ejecutado por Gaspar Polanco por celos y envidia. Santiago sería incendiado para obligar a los españoles a huir de la fortaleza San Luis, lo cual no se logró en esa ocasión. Finalmente el 10 de junio de 1865 partía del país el ultimo navío español con los soldados y familias que desearon marcharse del país. No sin antes vivir un 1864 lleno de enfrentamientos donde el valor dominicano doblegó la disciplina española.

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