Año 2017, hacia una nueva cultura del agua

Año 2017, hacia una nueva cultura del agua

En los albores del nuevo año 2017, República Dominicana afronta un triple reto histórico en materia de agua:
1. Garantizar la sostenibilidad de nuestros ecosistemas acuáticos- ríos, lagos y humedales -, de nuestros acuíferos, de nuestros ecosistemas costeros y marinos, así como del ciclo del agua en su conjunto, como clave de vida en la biosfera.
2. Promover nuevos modelos de gestión pública participativa del agua.
3. Recuperar nuestra relación emocional con el agua, rescatando los valores patrimoniales, de belleza, disfrute e identidad territorial y colectiva de nuestros ríos, lagos y humedales.
Unamuno señalaba que, a menudo, los ríos son el alma de los paisajes, de los territorios y de los pueblos. ¿Qué sería de París sin el Sena, de Londres sin el Támesis o de Santiago de los Caballeros sin el Yaque del Norte?. Y no porque el Sena, el Támesis y el Yaque del Norte produzcan electricidad, agua para el consumo de la población y productos agrícolas, para los parisinos, londinenses y santiagueros, sino porque el Sena es París, el Támesis es Londres y el Yaque del Norte es Santiago, mas allá de sus utilidades productivas.
Desgraciadamente, en República Dominicana, como en tantos otros países, durante las últimas décadas hemos permitidos, cuando no promovido, la destrucción de cientos de kilómetros de hermosos ríos, desecado y arruinado la magia de los humedales costeros y del interior del territorio, y contaminado litorales marinos costeros. El cangrejo autóctono y otras especies han desaparecido de nuestros ríos, incluso el croar de las ranas es ya un raro exotismo. Ya no solo beber, sino incluso bañarse en los ríos y algunas playas es peligroso para la salud.
Las ricas culturas mediterráneas, al igual que las culturas indígenas americanas y en general todas las culturas ancestrales, han reservados espacios emblemáticos al agua, a las fuentes, a los ríos y a los lagos, tantos en sus liturgias y símbolos, como en sus cuentos e historias míticas. Recuperar el valor patrimonial, cultural, estético y lúdico que tradicionalmente han tenido para las sociedades, tanto urbanas como rurales, ríos como el Yaque del Norte, río Mao, Río San Juan, Nizao, Yaque del Sur, Yuna, Higuamo, Ozama y otros tantos; litorales como Boca Chica, Güibia y humedales como Laguna Prieta, Liandro, Laguna Rincón y Oviedo es a partir de ahora un reto apasionante que las autoridades y ciudadanía deben empezar a descubrir y asumir.
El río, más allá de aportarnos agua, es vida y es territorio, que debemos reivindicar. <El Río es vida; defendamos el territorio, debe ser un lema frecuente en nuestro diario accionar. Defendamos los espacios del agua, uniendo la defensa de los ríos y humedales con la lucha por preservar bosques y manglares.
Además, es preciso incorporar la componente ética de los valores en juego. Como ya he explicado, el agua es un elemento singular , cuyas variadas funciones, tanto la biosfera como para las comunidades humanas, generan un abanico de valores y derechos sobre los que es preciso reflexionar desde una perspectiva ética, superando los tradicionales enfoques productivistas y la lógica mercantilista del modelo de globalización que se nos impone.
En materia de gestión de aguas se requiere, en suma, un nuevo enfoque holístico que reconozca y valores esa dimensión múltiple – ambiental, social, económica emocional y cultural – de los ecosistemas acuáticos. En el país necesitamos pasar de los tradicionales enfoques de gestión del agua como simple recursos a nuevos enfoques ecosistémicos. Nuestros ríos no pueden seguir gestionándose como simples canales de H2O, al igual que nuestros bosques no deben gestionarse como simples almacenes de árboles para carbón y maderas.
Es preciso promover profundos cambios institucionales en materia de gestión de aguas, acorde con el cambio cultural que supone pasar del paradigma de “dominación de la naturaleza” al de “sostenibilidad”.
Más allá de las necesarias reformas políticas e institucionales, debemos promover un cambio de carácter cultural. Para ello la estrategia a trabajar debe centrarse en promover una educación ciudadana en nuevos valores y actitudes frente al agua. Educación que tendrá, sin duda, el campo más fértil, aunque no único, en los niños, auténticos protagonistas de ese futuro, que es posible; y ciertamente es posible porque es necesario.
La Nueva cultura del agua que promovemos sintoniza con el llamamiento que hace la Carta de la Tierra en pro de:
“unirnos para crear una sociedad global sostenible, fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz” unirnos en la protección de la vitalidad, la diversidad y la belleza de la Tierra.

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