Anotaciones sobre la deuda pública

Anotaciones sobre la deuda pública

Hay gente que cree que estamos frente a una crisis inminente de deuda pública, y no es cierto. Tampoco significa que no debamos prestar atención a este asunto. Podría haber funcionarios que traten de minimizar el problema, pero hay otros a los que sí nos preocupa, incluyendo al propio Presidente, que hace esfuerzos inauditos para controlar el déficit fiscal, origen de todas las deudas.
Está claro que el país no puede endeudarse indefinidamente, y que en algún momento deberá generarse superávit fiscales para bajar la deuda. Mientras tanto, el Gobierno ha estado gestionando bien el tema, hasta el punto que los valores dominicanos tienen una fuerte demanda en los mercados internacionales y no emiten señales de alarma. Eso no quiere decir que debamos aprovechar esa circunstancia para hacer fiesta de ello, como podrían pensar algunas personas. Pero tampoco creer que la deuda nos coloca al borde de una crisis.
Algunas precisiones técnicas: la gente suele usar los términos deuda pública y endeudamiento público como si fueran la misma cosa, y son dos cosas diferentes. El endeudamiento es un proceso que conduce a que aumente la deuda, y se origina en la existencia del déficit del sector público consolidado. Lo mismo que podría ocurrir en el caso de una familia que gaste más que lo que percibe.
El actual Gobierno no ha podido bajar la deuda, pero sí ha reducido el endeudamiento, es decir, ha impedido que la deuda siga creciendo al ritmo que llevaba antes. Recordemos que al tomar posesión en 2012 encontró el fisco con una brecha que, de no haber sido enfrentada de inmediato, amenazaba con superar el 12% del PIB, y que ha logrado irla bajando hasta el entorno del 4% en años recientes. Y si no la ha eliminado por completo es porque el lastre de la deuda del Banco Central es demasiado pesado, y los esfuerzos por elevar el coeficiente de recaudación fiscal no han dado los frutos que se anticipaban.
Otro error consiste en evaluar el endeudamiento por los montos colocados en un momento dado o por los préstamos que se suscriben. Si el Gobierno toma préstamos, digamos, por mil millones de dólares, pero en el mismo período paga amortizaciones por otros mil millones, el endeudamiento fue cero y la deuda sigue igual que antes. Claro está, a menos que haya superávit, cada vez que se requiera pagar deudas hay que recurrir a nuevos empréstitos o emisión de bonos. Y, si además hay que cubrir déficit, entonces se necesitan más.
A veces se toman préstamos y no se usan de inmediato. Es más, hay préstamos que se aprueban y no se usan nunca. Parecería haber endeudamiento y no lo hubo.
Además, el Gobierno tiene un presupuesto de emisión de valores y, dependiendo de las condiciones del mercado, puede valorar la conveniencia de colocarlos todos a inicios de año. Y, si se colocan mil millones en enero, no es razón para pensar que serán mil millones cada mes, ni que ese dinero se va a gastar de inmediato. Es más, hay entendidos que piensan que el dinero que se va a necesitar para los pagos de 2018 debería buscarse ahora, puesto que las condiciones del mercado son propicias, pero eso no significa mayor endeudamiento que el que habría de todas maneras.
¿Mientras tanto, qué ha hecho el Gobierno para controlar la deuda?
Lo primero, ha reducido el déficit fiscal para impedir que crezca mucho, para bajar el ritmo de endeudamiento.
Lo segundo, ha reducido el costo de la deuda. No todo es mérito del Gobierno, pero una gran parte sí. Vale indicar que hace 5 años la República Dominicana tenía un spread (sobrecosto) sobre los bonos del tesoro estadounidense muy superior al promedio de América Latina, y ahora el nuestro es muy inferior. Eso ha posibilitado, por ejemplo, que la última colocación en el mercado externo se haya hecho a la tasa más baja de la historia, 5.1% en dólares. Y en pesos también ha bajado. La tasa media de interés para los bonos domésticos ha pasado de entre 16% y 18% a entre 10% y 11% los más recientes. Y no olvidemos que, mientras más alta tasa ahora, más impuestos después.
En tercer lugar, se ha avanzado en la armonización de las colocaciones del Ministerio de Hacienda con las del Banco Central, asegurándose de no saturar el mercado financiero, aunque persiste la distorsión de dos emisores de títulos públicos.
Lo cuarto fue la operación de recompra de la deuda de Petrocaribe, que bajó temporalmente el coeficiente de deuda.
En quinto lugar, pese a la resistencia de algunos funcionarios, el Gobierno comenzó a publicar estadísticas completas (consolidadas) de la deuda pública, con lo que se evita que en algún momento alguien acuse al Estado Dominicano de ocultar datos de deuda.
Finalmente, ahora el Gobierno está empeñado en reorientar la política para depender menos de los capitales privados y cubrir una mayor porción de sus requerimientos financieros con capitales públicos, más exigentes en términos burocráticos, pero menos costosos y cuyo servicio está sujeto a una programación más estable, de menor incertidumbre.
Al final, la solución definitiva está en suprimir el déficit; más aún, en generar superávit. Pero eso es más fácil decirlo que hacerlo. Aun así, el Presidente ha manifestado la firme disposición de mantener el déficit a raya, a pesar de que las enormes carencias ancestrales en términos salud, policía, agricultura, acueductos, desagües, plantas de tratamiento, transporte, caminos destruidos, así como los persistentes reclamos de pueblos y comunidades y los grandes daños derivados de las lluvias excesivas, han generado imperiosas necesidades para aumentar el gasto. Para cualquier político (y no hay dudas de que el Presidente lo es), eso conlleva una gran tentación para subir el gasto público. Es más, constituye una responsabilidad. Pero el imperativo de contener la deuda aconseja lo contrario.

El autor es Ministro de Economía,
Planificación y Desarrollo.

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