Ante el peligro

Ante el peligro

Frente a la realidad de que este es un país expuesto a poderosos fenómenos o comportamientos extremos de la naturaleza, las autoridades encargadas de manejar las situaciones de alto riesgo acometieron la previsora tarea de inventariar los lugares más vulnerables a las inundaciones.

En la ominosa geografía de hondonadas, declives frágiles y cañadas y ríos bordeados de casuchas deben estar habitando en estos momentos no menos de medio millón de personas.

Poner fin a tantos y tantos asentamientos expuestos a los torrentes bravíos que con frecuencia se desatan a causa de lluvias fuertes y ciclones, es algo que tomaría tiempo. Mucho.

Sería, además, una evacuación que para alcanzar a todos tendría que ser el efecto de transformaciones habitacionales que ataquen directamente la marginación social.

Lo inteligente y práctico, por ahora, es tener señalada cada zona de riesgo, mantener a sus pobladores informados, y asegurar que estén bien organizados los mecanismos y brigadas que en la inminencia de una riada, entrarían  en acción.

-II-

Ayer mismo se pronosticaban intensas lluvias y la Oficina Nacional de Metorología hizo permamentes sus avisos sobre posibles inundaciones, desbordamientos y deslizamientos de tierra, un alerta válido para amplias regiones del país.

En anteriores situaciones de claras señales de que ocurriría algún desastre, las autoridades de la Defensa Civil confrontaron  la resistencia de muchos de los ciudadanos que se encontraban en riesgo por la fragilidad o ubicación de sus viviendas.

La historia del barrio La Mesopotamia, en San Juan de la Maguana, está ahí, y al recordarla, un sentimiento de pesar resurge.

Centenares de dominicanos perdieron la vida por la súbita crecida de un río de la región; gente que hubiera sido salvada con solo salir a tiempo del lugar.

Un traslado masivo que sólo podía lograrse si las autoridades de entonces actuaban con firmeza para lograr la cooperación de quienes tenían tanto que perder.

-III-

Entre las prevenciones que deben estar en marcha deben figurar  los trabajos de ingeniería que protejan  puentes y vías públicas susceptibles de ser afectadas por la arremetida de crecidas . La canalización y limpieza de los cursos de agua pueden reducir considerablemente los riesgos en algunos lugares del territorio nacional.

Algunos dragados y otras intervenciones en cauces y márgenes de ríos reducen efectivamente las posibilidades de desbordamientos hacia zonas habitadas y estructuras de comunicación terrestre.

Fue notorio, con el paso del huracán David, primeramente, y por los azotes del George que vino después, que la mezcla desordenada de cables y follajes desmesurados en ciudades como Santo Domingo agravó los daños aportados por la naturaleza a los servicios de electricidad y telefonía.

Esas lecciones quedaron bien expuestas y luego llegó a hablarse de actuar en consecuencia en cada víspera de una temporada de huracanes.

No es notorio que en estos momentos se estén tomando las precauciones que la experiencia recomienda en tal sentido, pero en una zona urbana como la que incluye la ciudad de Santo Domingo, servida por cuatro sindicaturas, procede insistir ante las autoridades edilicias para que ataquen con un programa de podas los puntos neurálgicos en los que la arborización citadina tendería a derribar cables eléctricos, telefónicos y de telecable, al influjo de ráfagas huracanadas.

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