Anteponer lo emocional a lo racional

Anteponer lo emocional a lo racional

Los que hacen opinión pública y toman su trabajo con la profesionalidad y la responsabilidad necesarias, deben cuidar lo que dicen, están instruyendo, educando e informando a una población que, en su mayoría, apenas lee un periódico y sólo lo hace en la versión digital o gratuita de los mismos o cuando alguien le comenta que en tal o cual periódico apareció algo que podría ser del interés del que recibe el comentario.
Soy lectora habitual de la columna semanal que Rosario Espinal, una reconocida cientista social, publica en el periódico Hoy. La sigo, y no siempre concuerdo con sus planteamientos, porque escribe de manera sencilla, sin palabras rebuscadas, y casi siempre ajustada a su quehacer, las ciencias sociales en un contexto nacional e internacional.
El 13 de julio, su columna me impactó, no porque dejara asomar sus preferencias políticas, eso lo viene haciendo desde hace mucho tiempo; sino porque permitiera que lo emocional se antepusiera a lo racional y nublara su juicio.
Cualquier ciudadano adulto que haya leído aunque fuera en sus años escolares, sabe lo qué es un caudillo y cuales son las condiciones materiales de existencia de las sociedades en las que este fenómeno social se presenta.
Afirmar que “el caudillismo es fuerte y endémico en República Dominicana”, es una intrepidez, un académico nunca debe permitir que en su pensamiento prime la emoción. Confundir liderazgo con caudillismo no es propio de una cientista de su categoría. Esto sólo nos lleva a pensar que su pensamiento ha sido velado por un sentimiento, una emoción.
En República Dominicana tuvimos muchos caudillos, desde Ulises Heureaux a finales del siglo XIX, Buenaventura Báez, a principios del siglo XX, pasando por Horacio Vásquez y Món Cáceres, hasta llegar a Rafael Leónidas Trujillo en 1930.
Las condiciones materiales de vida del país y de América Latina a principios del siglo XX, determinaron la imposibilidad de construir sistemas democráticos en el continente americano, escogimos el caudillismo como respuesta primaria y política a todos nuestros males. El caudillo era la respuesta del momento porque lo originaba un capitalismo tardío que no daba espacio a la democracia.
El caudillismo concentra en una persona el poder que debieran tener las instituciones democráticas y ocurre en sociedades atrasadas incapaces de ofrecer a sus poblaciones soluciones progresistas a situaciones que vienen arrastrándose históricamente.
La palabra caudillo viene del latín capitellus, que significa ‘pequeña cabeza’ o ‘cabecilla’. El caudillo al ser el cabecilla confunde el interés colectivo con el suyo; no acepta cuestionamientos a su autoridad y apela a los sentimientos patrióticos de sus conciudadanos para abordar con soluciones personales, situaciones históricas conflictivas.
Trujillo formó el mejor ejército del área bajo el argumento de que podíamos ser invadidos por los haitianos en cualquier momento. Es decir, retrotrae un conflicto histórico con los haitianos para armar el mejor ejército del Caribe; se apoyó en las bases creadas por la intervención militar norteamericana del 1916.
Es importante recordar que a partir de los setenta se fueron creando las condiciones económicas que generaron la articulación social y policía propias de un régimen democrático; para ese momento el Producto Interno Bruto (PIB) del país superaba los 2 mil millones y hacia 1996 creció a 18 mil y se mantuvo hasta alcanzarlos 66 mil millones de dólares en el 2015. Esta es la razón de porqué es imposible hablar de caudillismo o de condiciones que permitan su surgimiento.
Parecería que la cientista confunde liderazgo con caudillismo. En honor a la verdad debo admitir que el continuismo es una de las características que tipifica al caudillismo. La profesional olvida, sin embargo, a Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos, Felipe González en España, Margaret Thatcher en el Reino Unido y François Mitterrand en Francia, sin mencionar los casos más recientes de Mariano Rajoy y Angela Merkel.
Decir que Juan Bosch fue un caudillo es ignorar, deliberadamente, sus aportes. Difundió y contribuyó a la construcción del marco ideológico que sostiene nuestra democracia, aún a costa de su propio sacrificio histórico. Sus obras escritas historiográficas, literarias y sus dos grandes obras, los partidos Revolucionario Dominicano y el de la Liberación Dominicana son su mayor legado, muy distante del legado de un caudillo.
En cuanto a Leonel Fernández, es históricamente imposible situarlo y tipificarlo de caudillo. Ni él ni ninguno de los que les precedieron, más bien, ese liderazgo anterior se conjugó para representar a sectores sociales contrapuestos; por ejemplo, el Dr. Balaguer a los que tenían algo que perder, el profesor Bosch a los hijos de machepa y el Dr. Peña Gómez a la baja pequeña burguesía urbana. Los tres, aún envueltos entre sí en grandes conflictos políticos, aportaron para construir lo que tenemos.

En cuanto a Leonel Fernández, es históricamente muy temprano para juzgar El lugar donde está.

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