El año 2014 ha llegado a su término y, sin duda alguna, podemos reconocer las tantas misericordias recibidas.
Fueron muchas las sanidades y las provisiones obtenidas, la consolación y la palabra oportuna que nos alcanzaron. Fuimos levantados, cuando pensábamos que no saldríamos de la prisión de la soledad, de la tristeza y del temor.
Admitimos que este último tiempo nos condujo a un perfeccionamiento del pensamiento, de los sentimientos, lo cual produjo, en nosotros, un carácter mucho más firme y coherente.
Hoy, cuando estamos a punto de entrar en una nueva etapa, ya no somos quienes éramos. Somos capaces de decir que cada situación difícil, cada adversidad, en el transitar del 2014, ha tenido un beneficio, que es el instrumento propicio para que nos preparemos a recibir las mejores cosas en este nuevo año, que está a punto de iniciar.
Seamos agradecidos. Reconozcamos con absoluta seguridad que, aun las cosas que no hemos entendido, han tenido un propósito que repercutirá para bien, en nuestras vidas.
Hagámonos el firme propósito de eliminar los deseos que salen de nuestros corazones, que provocan exabruptos, intolerancias, pleitos, contiendas, envidias, celos, competencias, inconformidades y amarguras.
Que nuestra actitud diferente marque un año de nuevos éxitos, donde, con la guía del Espíritu Santo y el poder de nuestro Señor, olvidemos lo que quedó atrás y prosigamos al blanco, a lo que Él nos ha puesto por delante.