Antirreleccionismo radical

Antirreleccionismo radical

MANUEL A. FERMÍN
Atrincherados en el abajismo rabioso y la ira visceral, unos, y equivocados de buena fe, otros, personajes del mundo político, esclesial y económico hacen fuertes críticas a la reelección presidencial. En esta convergencia, todo un enjambre de opiniones, se elevan hasta el paroxismo contra las pretensiones del doctor Fernández, quien no ha hecho suya la honra de la refutación, administrándose, además, con un silencio gregoriano que le permite huir del ataque, callando. Y todo por el interés político de instar a los dominicanos para que demonicen la reelección que en la consulta popular de reforma constitucional, no lo hicieron.

Por suerte el tema ha agotado nuestra capacidad de sorpresa; ahora vemos hasta contra-manifestación en gente que era su partidaria. Los que tal señalan como mal, muchos de ellos disfrutaron ayer los sacrilegios que denuncian hoy con una hipocresía imperturbable.

A diario escuchamos que la reelección está tan alejada del pensamiento del dominicano, y según los detractores, soplan vientos políticos y económicos que hacen proceder con cautela, entonces, ¿por qué no esperar que el pueblo mismo le dé una derrota humillante y concluyente al presidente Fernández? ¿Por qué le ayudan?

El argumento de los obispos católicos que la repelen, es flojo, porque aún no sea él candidato los funcionarios se distraerían en sus funciones públicas porque todos son políticos y desean la continuidad de su partido. Lo importante es, que los razonamientos esgrimidos contra reeleccionistas del pasado no están presentes ahora porque el señor Fernández abjura de la fuerza; es un hombre de derecho; que no practica el desatino desafiante; no es un Presidente de vida extraviada y su mente no ha estado condicionada al juicio de las balas, que sí fue conducta pasada.

Pero lo más preocupante es que la corrupción y la acumulación de riquezas no parece tener importancia para competir por la Presidencia de la República. No llama la atención que fabulosas fortunas se dediquen a alcanzarla o a retenerla, y esto sí es grave para el erario.

Aquí no existe “un poder ejercido absolutamente, que corrompe absolutamente”, sentencia que viene del férvido catolicismo de Lord Darlberg-Acton contra el poder del Papa Pío IX, sino que quien lo detenta, sin pecar de lisonjero, tiene un enfoque de voluntad creadora y democrática sobre la brutalidad y la violencia del poder. ¿Tiene Fernández una currícula negadora de la dignidad humana?, ¿daña la reputación de otros líderes? ¿Vive la verdad amenazada de muerte por la profanación de los valores?. Entonces, ¿por qué temer si no hay molde para tan nefasta compañía?

Soy de los que tienen la convicción, que la verdadera razón de toda esta perorata radica en que no se valide la experiencia de que es posible la continuidad sin caer en el continuismo; que se ratificaría la raigambre reeleccionista del dominicano; y además, para que no se vea al presidente Fernández como un modelo de éxito. Estas son verdades fundamentales que llevan a un político a consagrar su carrera de estadista sostenido en la fuerza del pueblo.

Entonces, lo que justifica una repostulación no es un quijotismo acendrado, sino la visión de futuro de quien la sustenta; si sabe ir con ella; si es o no un prototipo acérrimo de la cantera de políticos para estos tiempos; que arremete contra la ideología sin un alejamiento radical de ella. He aquí el porqué las discrepancias vienen del abajismo de los políticos y por las quejas en una institución que le ha favorecido la no laicización del Estado dominicano, que prácticamente le obliga a cuidar de ella.

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