APORTE
Cualidades personales o programas políticos

<STRONG>APORTE<BR></STRONG>Cualidades personales o programas políticos

Cada vez con mayor insistencia en las campañas electorales de las sociedades democráticas occidentales, se utiliza poner de relieve las cualidades personales de los candidatos. El profuso uso que se está haciendo de los medios de comunicación electrónicos está induciendo a los estrategas electorales a redefinir la propaganda política y las áreas de énfasis.

En tal sentido las nuevas técnicas, además de informar, el candidato debe de impresionar a la población, transmitir una imagen personal atractiva que sea aceptable y deseable para los electores. La comunicación convincente de estos aspectos es el objetivo de una campaña: aumentar el porcentaje de electores que conoce al candidato y que percibe sus cualidades personales.

Frente a esta realidad aparece una posición que indica que al hacer una campaña electoral al margen de las ideas y de los programas políticos, centrando la atención en los aspectos positivos del candidato, estamos negando al público la oportunidad de conocer de manera objetiva, los diferentes escenarios de alternativas con que cuenta para hacer su selección. Más aún, se aprecia una cierta indefinición del candidato respecto a los temas que toca, porque, según los consultores, no debe de pronunciarse tajantemente sobre los puntos en discusión, para no crear el rechazo dentro de ciertos grupos electores.

Ante esa disyuntiva nos preguntamos: ¿Hacia donde debe de estar orientada la propaganda? ¿Debe de hacer mayor énfasis dentro del candidato ?, …o por el contrario, ¿ debe enfatizar el programa político ?

El objetivo de la propaganda política es tratar de modificar las creencias sobre el futuro de la gente, para cambiar sus respuestas a los acontecimientos actuales. Es basado en este objetivo que los estrategas políticos han convertido la propaganda en mera publicidad política con el fin de hacer que los electores voten por su candidato y de esta manera ascender al poder.

Sin embargo, al ofrecer al candidato como un producto comercial cualquiera, sin comprometerlo con ningún plan de acción a seguir y hacer ofrecimientos que resultan atractivos y llenos de bondad desde el punto de vista electoral, pero en la práctica careciendo de fórmulas claras y realizables, nos lleva a pensar que el daño que se le está creando a la democracia como sistema de gobierno. Cada vez es mayor el descreimiento de la gente en la política y en los ofrecimientos de los políicos, lo que se evidencia en el número creciente de abstenciones en las elecciones, resultando seriamente afectado el sistema político en su conjunto.

Creemos que si bien la propaganda debe tener como variable objetivo modificar el comportamiento en formas ventajosas para la política a que sirve, no debe de castrar a ésta de presentar alternativas, soluciones y correctivos a los problemas económicos, sociales y políticos. Cuando la política pierde como meta el bien común y se convierte en un mecanismo para ascender al poder por el poder mismo, el resultado obligado es que sale perdiendo tanto la comunidad como el sistema político vigente.

Ahora bien, esto no significa que seamos abanderados de una propaganda donde sólo se haga énfasis en un programa político. Lo que creemos es que debe existir un verdadero equilibrio entre la propaganda que hace hincapié en el candidato y la que destaca los aspectos programáticos del equipo que acompañará al candidato.

Conocer las cualidades, las virtudes y las capacidades de los candidatos, es de suma importancia porque indica el tipo de hombre con que cuenta la ciudadanía para entregarle los destinos de una nación. En este sentido señalaba Platón en su libro La República o El Estado, que “en el Estado solo mandarán los que son verdaderamente ricos, no en oro, sino en sabiduría y virtud, riquezas que constituyen la verdadera felicidad. Pero dondequiera que hombres pobres, hambrientos de bien, y que no tienen nada por sí mismos, aspiren al mando, creyendo encontrar en él la felicidad que buscan, el gobierno será siempre malo, se disputará y se usurpará la autoridad, y esta guerra doméstica e intestina arruinará al fin al Estado y sus jefes.”

Empero, no basta conocer las cualidades y virtudes del candidato. También es necesario saber cuales son sus intenciones y su visualización de la realidad. Sólo así tendrá la población una idea completa de las condiciones de su posible elegido y del tipo de gobierno que proyecta ejecutar.

A este nivel de nuestro análisis nos inquirimos: ¿Es suficiente para conservar la credibilidad de la gente en la democracia y en las elecciones, que la propaganda hable de las virtudes del candidato y de su programa político? ¿No será necesario que ésta sea veraz y apegada a la realidad ? Nos hemos acostumbrado a considerar la propaganda como una manipulación de ideas y sentimientos, pero casi siempre orientada a hacer creer verdades a medias o falsedades.

“¿Será verdad esta mentira?”, como dice Octavio Armand en su poemario “Cosas pasan” y que ahora nosotros parodiamos para buscar una reacción ? (…) sin embargo, la propaganda utilizada para destacar verdades y hacer a la ciudadanía participante de todo cuanto ocurre en la vida política en vez de ser un mecanismo de alienación, se convierte en ente liberador. Precisamente, en efecto, señala Jean Marie Domenach en su obra La Propaganda Política, “ que la propaganda puede ayudar al esfuerzo de los ciudadanos por retomar el control de la vida política y rechazar los embaucamientos que proliferan hoy al nivel de todos los sistemas y todos los regímenes.”

El propio Domenach citando a Alfred Sauví, acota: “La democracia total, la democracia, simplemente, exige amplia, muy amplia divulgación de los conocimientos. El soberano debe ser esclarecido. No se trata únicamente de instrucción, de formación intelectual, sino de conocimiento de los asuntos públicos.”

Por consiguiente, es necesario si queremos que la democracia sea el sistema de gobierno del futuro, que enfoquemos desde una perspectiva realista el debate eleccionario. Que establezcamos un equilibrio entre los aspectos a enfatizar. Que le demos la verdadera participación al pueblo en el debate a través de una correcta información.

Hasta ahora –como muy bien anota el francés Domenech, “el debate público se limita a disputas que desde hace un siglo son el tema tradicional en las elecciones, mientras los verdaderos problemas del Estado moderno no son discutidos, ni siquiera planteados, sino que siguen constituyendo el privilegio de algunos especialistas”, que esto quede claro sea a quien sea.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas