Arruinar lo que está bien

Arruinar lo que está bien

El deseo de que las cosas mejoren es un signo de salud en una sociedad. No en todos los momentos históricos existe tal sentimiento. Hay momentos en que los ciudadanos se acomodan mucho, y hasta demasiado. Hay momentos en que incluso se pueden ver vencidos por el pesimismo, “nada hay que podamos hacer para que las cosas mejoren”. Y hay momentos en los que aun estando bien hay un impulso vital que lleva a los ciudadanos a querer mejorías en general. Así, es sano que las sociedades, en el estadio que se encuentren, bien o mal, sientan el impulso de mejorar.
La República Dominicana ha mostrado una economía saludable, de crecimiento estable en más de una década, particularmente el FMI ha dicho que “el panorama económico [de la República Dominicana] luce favorable” aplaudiendo el crecimiento del Producto y la creación de empleo, viendo favorables las políticas económicas que ha mantenido en control de la inflación, y el tipo de cambio, incluso las políticas de mediano plazo son consideradas con optimismo.
En ese trayecto de los últimos tres lustros, pareciera que algunos analistas dan por seguro que la estabilidad, el crecimiento y la creación de empleos se dan de forma espontánea y natural y que las políticas económicas no tienen ningún papel que jugar en ese desempeño, prefieren destacar negativamente los retos, que sin dudas tiene la economía dominicana, y calificar duramente lo que no ha ocurrido.
Esa actitud que olvida ponderar las diversas crisis económicas en distintas dimensiones -de muy graves a pequeñas, tanto de índole interno como internacionales- hayan sido enfrentadas más que exitosamente por las autoridades, pareciera más producto de la ambición política que de la objetividad crítica. Hay que reconocer que el hecho de que la fortaleza económica no impacte en los índices de educación, salud, distribución del ingreso con la misma velocidad y dimensión, podría ser el motivo de ese tono negativo de algunos.
Sin embargo, llama particularmente la atención la contante consternación de sectores de la sociedad civil, economistas y especialmente empresarios sobre el nivel de deuda analizado desde la sostenibilidad fiscal. La deuda dominicana versus el PIB roza el 50%, siendo este nivel, bajo los estándares internacionales, bastante sano y manejable. Cualquier preocupación, tal como señalan proviene de la sostenibilidad fiscal.
Lo sorprendente no es que se señale esa realidad, si no que se concluya negativamente sobre el desempeño de los años recientes, sobre las perspectivas inmediatas y mediatas y más aún, que se planteen correctivos que intencionadamente o no, evitan señalar que la mejor solución es una estructural reforma tributaria, y no sólo una disminución del gasto que podría lesionar los objetivos de desarrollo del país.
La economía dominicana muestra fortalezas gracias a su potencial, pero ese potencial se materializa gracias a las medidas de política económica que año tras año, de forma consistente y ante diversas circunstancias se han adoptado. Por querer más velocidad y mejoría no deberíamos arriesgarnos a arruinar lo que está bien, como lo han hecho otros países de la región.

Más leídas