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Fueron ocho los artistas dominicanos que expusieron en el Instituto Cervantes de Londres: Altagracia Carrasco, Radhamés Mejía, Richard Moreta Castillo, Luis Muñoz, Yolanda Naranjo, Rafael Pérez Concepción (Chepe), Juan Carlos Reyes e Inés Tolentino, un conjunto de gran calidad que, además el montaje, hizo sobresalir las diferentes propuestas individuales, sean dibujos, pinturas, esculturas o video-instalaciones.

Altagracia Carrasco causó una gratísima sorpresa, ya que su vida y su itinerario artístico se reparten entre México, Colombia y Alemania.

Anhelamos que pronto exponga en Santo Domingo, donde sentimos la carencia de escultores y actualmente no contamos con una vertiente escultórica comparable.

Son piezas abstractas, pequeñas y depuradas, aunque su tamaño se explique por las implicaciones del transporte, pues la artista ha producido muchas obras en otras dimensiones.

Ella labra el mármol y los materiales pétreos a la perfección, comunica ternura a la impecable y lisa superficie, conjuga la armonía en forma y volumen. La iluminación les infundió una magia… de transparencia. Si insistimos en Altagracia Carrasco, ¡es porque la descubrimos ahora en Londres!

Radhamés Mejía exhibió obras interesantes, como esperábamos: su correlación pictórica entre el emblemático plátano y el hombre caribeño es a la vez estricta, simple y compleja, con la desmultiplicación de los rostros, sus zonas gráficas y/o cromáticas. El cuadro mayor en particular destaca esta síntesis muy personal de rigor y libertad, de espacio, diseño y paleta.

Radhamés obviamente construye sus telas, aunque de un modo que difiere de aquella elaboración metódica de Richard Moreta Castillo, más (re)conocido en la arquitectura que en la pintura.

Dedicado a la expresión digital, sin embargo él ha acentuado aquí la parte “física” y manual del color y su materia, de técnicas mixtas entre fotografía, colorido y escritura… La obra recurre también al impacto del cartel como género definido. De carrera asentada por la experiencia y la experimentación, Luis Muñoz demuestra la potencia de muy pequeños formatos, puros dibujos en blanco y negro, con singular eficacia, virtuosidad y elocuencia de la línea.

Su mundo, extraño, humorístico e inquietante, antropomorfo y pisciforme, juega con una expresión fantástica que llega hasta el surrealismo…

Yolanda Naranjo, en un espacio que parece creado para su obra, nos deleitó con su video-instalación, íntima y refinada, poética y tierna.

Ella combina felizmente la contemporaneidad de la imagen con paños colgantes, bordados a mano: su escritura fusiona el encantamiento de la letanía personal y una increíble paciencia/pasión gráfica. Un trabajo hermoso y emotivo.

Rafael Pérez Concepción –Chepe en el arte– ha incrementado la fuerza de su pintura y domina un realismo fantástico poderoso, colindando con el expresionismo. Un colorido diferente “canta” entre nocturnidad dramática e iluminación sobrenatural. Si acogemos una correspondencia entre música y pintura, la obra tiene una impronta wagneriana. ¡Por cierto, Chepe reside ahora en Alemania!

Juan Carlos Reyes, benjamín de la exposición, presenta formatos grandes, luego de su exhibición en La Haya. Apreciamos cómo ha ido llevando a la meticulosidad su factura pictórica y va consiguiendo una expresión personal, cargada de reflexión, en ignotos personajes. Se valoran la importancia del dibujo, el estudio en la composición, la precisión de la pincelada.

Inés Tolentino conserva y renueva su repertorio de temas en torno a la personalidad y una segunda naturaleza humana que, enmascarada o no, revela las obsesiones, la violencia o la pasión. La calma no es más que apariencia. Una consciencia profesional extrema, el brío cada vez mayor de su dibujo, la permanencia de una preocupación conceptual destacan su trabajo.

Finalmente, hay que reiterar la excelencia y el ejemplo de la embajada dominicana en Londres para los preparativos y la realización de esta muy notable exposición colectiva.