Así, podríamos solo conseguir el efecto contrario

Así, podríamos solo conseguir el efecto contrario

Leyendo en estos días sobre la inteligencia y sus distintos tipos, recuerdo las referencias de que las personas inteligentes son propensas, en su mayoría, a cometer fallos tontos porque hay puntos ciegos en su manera de usar la lógica. Y estos puntos ciegos existen porque la persona inteligente tiende a confiar en exceso en su capacidad de razonamiento.
Quizá para mí lo más preocupante de todo esto es que esa persona inteligente cometa este tipo de errores y no reconozca lo poco consciente que son de cometerlos. Todo el mundo, independientemente de su nivel de inteligencia, sucumbe y «ve mejor la paja en el ojo ajeno». Es decir, reconocemos perfectamente los errores de los demás pero nos cuesta mucho reconocer los nuestros. Cuanto más tonto sea el fallo cometido, más le cuesta a una persona inteligente reconocerlo.

Me gustó mucho la comparación de que cuando deseamos una mariposa, cuanto más la persigamos y vayamos en su búsqueda, más se nos escapará entre las manos, en cambio, si la dejamos libre, puede que ella sola se pose en nuestro hombro. Si aplicamos esta lógica a la vida real, podríamos compararla con las personas que tienen tendencia a presionar a otros.

Yo estoy convencida de que lo más habitual cuando alguien persigue y presiona demasiado, es que al final, consiga el efecto contrario a su propósito. Es decir, si alguna vez, alguna amistad o conocido nos ha presionado más de la cuenta, al final hemos deseado perder el contacto.

Vemos personas que como suelen conseguir todo con facilidad, no entienden el doble esfuerzo que tienen que realizar otras personas para conseguir lo mismo, y por eso les presionan tanto. Las personas inteligentes pecan de señalar muy altas metas y, cuando los demás tardan demasiado en alcanzarlo (o no lo alcanzan porque las cosas no les salen del todo bien), dan por hecho que no se están esforzando lo suficiente. Así que les presionan aún más, pero esto provoca que pierdan la oportunidad de ayudarles a conseguir los objetivos que tienen tantas ganas de alcanzar. Lamentablemente es algo natural del ser humano tener que muchas veces ceder ante la presión, porque sentirse parte de un grupo es como si fuese una necesidad básica, de nuestro diario vivir. Al final del día nos sentimos mal porque no elegimos nuestras acciones, sino que los demás toman nuestras decisiones. Pero, no debemos dejarnos influenciar así; si eso queremos, podríamos resistirnos a la presión grupal, y seguir siendo igual parte del grupo.

Es importante que reconozcamos que, aunque la inteligencia (el coeficiente intelectual) y la inteligencia emocional no tengan una correlación significativa (en general, las personas inteligentes tienen un nivel de inteligencia emocional tan alto como los demás), cuando una persona inteligente carece de inteligencia emocional es dolorosamente evidente. Estos individuos de coeficiente intelectual alto y escasa inteligencia emocional conciben el mundo como una meritocracia. Los logros son lo único que importa y las personas y los sentimientos solo son obstáculos en el camino. Las personas inteligentes tienden a desestimar las opiniones de los demás, ya que les cuesta creer que haya alguien cualificado como para darles un feedback útil. Esta tendencia, además de entorpecer su crecimiento y su rendimiento, puede favorecer el desarrollo de relaciones tóxicas, tanto en el ámbito personal como en el laboral.

Es evidente que cuando sentimos que se acepta nuestra manera de actuar es cuando se afianzan más las relaciones, porque sentimos la libertad de alejarnos cuando lo necesitemos a sabiendas de que es comprendido. Por lo cual, uno de los medios más factibles para fomentar estas actitudes positivas, es tener en cuenta la persuasión como una habilidad indispensable en la vida, porque nos permite contar con la increíble pericia para hacer que otros individuos se acerquen a nuestra manera de ver las cosas. El arma secreta es resultar ser lo suficientemente agradables y provocar que otros no solo “compren” nuestras ideas, sino que también “caigamos bien”.