¡Atrapados sin salida!

¡Atrapados sin salida!

En la víspera del 205 aniversario del natalicio del forjador de la dominicanidad, el prócer Juan Pablo Duarte, el destino nos está empujando a un punto para las definiciones de cuál será nuestro futuro, atrapado por la masa humana que nos llega de Occidente a raudales incontenibles. Y sin intentos serios para frenarlos debido a la vigilancia internacional y religiosa que busca la fusión de los dos países de Quisqueya. Los intereses internacionales y religiosos están empujando al país contra la pared.
Este aniversario llega en un momento muy especial cuando las autoridades locales, en un dejar hacer insensato, tiene abiertas las puertas de la frontera inexistente para que cada día lleguen más inmigrantes ilegales en la búsqueda de su sustento. Aquí los haitianos saben que lo encontrarán al ver la situación de sus millares de compatriotas asentados por toda la geografía nacional, en especial en el oriente de la isla. Es ya la mano de obra esencial para el turismo, la construcción y la agricultura.
Así mismo los hospitales del Cibao y de la capital están desbordados por la demanda haitiana de sus enfermos, en especial las mujeres preñadas. Estas sin atenciones previas y traídas por buscones en motores invaden las salas de parto en más de un 40% de la capacidad de esos hospitales cibaeños, mal abastecidos y peor mantenidos. Ellas registran una alta tasa de mortalidad infantil por el estado de salud que llegan en deplorables condiciones sin haber tenido chequeos previos.
Por otra parte, las autoridades, vigiladas y mangoneadas por gobiernos extranjeros e instituciones por igual, así como la Iglesia católica, se mantienen en zozobra por no saber qué hacer. Por eso las autoridades con temor no se atreven a adoptar medidas drásticas para hacer cumplir las leyes de inmigración por las amenazas que enarbolan de querer aplicarnos sanciones si nos atrevemos a repatriar realmente a los miles de ilegales haitianos que pululan por todo el país.
Sin embargo, en los demás países del hemisferio tienen una severa política migratoria de no aceptar ese tipo de inmigrante analfabeto, sin educación y enfermo. Esos países latinoamericanos, afectados por la invasión haitiana, los apresa y en apreciables cantidades los deportan de sus territorios y los depositan, muchas veces, en los puertos dominicanos para retornarlos a su país, si tal cosa ocurriera ya que es más probable que no retornan a Haití. Es una política de repatriación muy particular que posiblemente aplica el gobierno dominicano en esos casos para no ofender al gobierno amigo que los expulsa de sus territorios, ya sea desde Chile, las Bahamas, Perú o de Brasil.
Donde las autoridades dominicanas están ya contra la pared es por la posición asumida por la cúpula del clero católico obedeciendo las directrices procedentes del Vaticano. El papa Francisco es un abanderado de los inmigrantes como tenía que ser por su condición de pastor universal de los católicos. Y esas directrices es para apoyar y defender a los inmigrantes que en el caso de Europa ya están trastornando las costumbres de los países e imponiendo sus formas de vida, muy alejada de la típica de esos países, cuna de la civilización occidental. Son nuevas corrientes como la musulmana que carcome e impone un estilo de vida que muchos apoyan esos designios para resucitar lo que ya una vez, hace muchos siglos, intentaron hacer por la fuerza.
Y aquí vemos a los obispos tratando de hacerse los solidarios con los inmigrantes con sus posturas de amor a los semejantes. Y eso que en la carta pastoral de la semana pasada con motivo de la festividad de Nuestra Señora de La Altagracia fueron muy comedidos en sus defensas pro inmigración isleña. Mas bien atacaron el flanco débil del gobierno con la preocupación del mismo con el asunto de la corrupción que carcome al país.
Pareciera que aquí, cuando ya los haitianos se ocupan de todas las tareas que desdeñan los dominicanos, caminamos hacia una situación de fusión a no muy largo plazo. E indudablemente es un panorama muy singular y anhelado por los vecinos occidentales que sueñan ver definitivamente a la isla como una e indivisible. Y más con tantos pronunciamientos de todo tipo en que la gente del gobierno permanece acorralada sin sacudirse de su indolencia e irresponsabilidad patriótica. Y en la víspera del aniversario del nacimiento de Duarte parece que el desplome de la nacionalidad no está muy lejos en el futuro y caeríamos en la barbarie de una raza enemiga de la dominicana y anhelante de pisotearnos, como ya lo hicieron en 1822.

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