Awilda, la delincuencia y el género

Awilda, la delincuencia  y el género

Es indudable que la jueza Awilda Reyes Beltré , sin ser artista, modelo profesional o candidata de concurso de belleza, se ve bien, y la “picardía masculinoide” (como diría el nunca bien ponderado don Mario Emilio Pérez) deja de lado las características de su supuesto delito, para valorar sus atributos femeninos y compararla con la, ya olvidada, Sobeida Félix, la del convicto Figueroa Agosto.
Guardando las distancias y circunstancias de ambos casos, cabe señalar que sus alcances sociales son parecidos si se recuerda que la jueza, cuando inicialmente fue acusada, dijo que cumplía órdenes o instrucciones de alguien más (¿superior?) lo que, traducido al lenguaje común, implica que se sentía utilizada como chivo expiatorio. Ahora, con su anunciado propósito de citar como testigo al pasado procurador general de la República, licenciado Francisco Domínguez Brito, y la inhibición del presidente del Consejo del Poder Judicial, magistrado Mariano Germán, parecería que la joven jueza no está dispuesta a tener un juicio amañado, precipitado, sin equidad y no importa a quienes tenga que presentar o acusar, no se dejará aplastar.
Algunos creen todavía que hay tareas que las mujeres no pueden realizar, cosa que la realidad se ha encargado de desmentir; igualmente, los crímenes y delitos no son exclusivos del género masculino y la belleza o elegancia femeninas nada tienen que ver con la gravedad de la fechoría cometida o la capacidad para defenderse en escenarios dominados por hombres.
Uno aspira a que el final de esta novela contribuya al adecentamiento y fortalecimiento institucional de nuestra justicia y que no sea un episodio más de decepción e impureza dentro de nuestros tribunales.

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