BALTHUS, DERAIN Y GIACOMMETI: Miradas críticas El Museo de Arte Moderno de París presenta la relación entre tres artistas mayores y permite explorar sus obras con miradas críticas y comparatistas a través de una selección de 100 pinturas, obras gráficas y esculturas. La exhibición traza con eficiencia los momentos artísticos fuertes de esta relación artística excepcional con obras seleccionadas entre los años 1920-1960.

BALTHUS, DERAIN  Y GIACOMMETI: Miradas críticas El Museo de Arte  Moderno de  París  presenta la relación  entre  tres  artistas mayores y permite explorar sus obras  con  miradas  críticas  y comparatistas  a través de una  selección de  100 pinturas, obras  gráficas y esculturas. La exhibición traza con eficiencia los momentos  artísticos fuertes de esta relación artística excepcional  con obras seleccionadas  entre  los años 1920-1960.

Los maestros Derain, Balthus y Giacometti, durante sus vidas han posado sus miradas en los códigos de la representación de la pintura, de los estilos, en el claro-oscuro y la claridad formal del dibujo con temas antiguos, retratos mundanos, bodegones, paisajes y escenas con las figuras mitológicas y presentes de modelos y musas que evidencian la relación del artista con sus modelos.
Por otra parte, mientras el surrealismo y el movimiento abstracto se imponen, Derai, Balthus y Giacometti, optan por la contra-corriente contribuyendo con una propuesta moderna y aparte, que los podría asociar a Edward Munch, Pierre Bonnard o Lucian Freud.
Derain, Balthus y Giacometti juegan con el pasado del arte. Debemos ubicarnos en 1906, en la National Gallery British Museum de Londres, donde descubren las artes clásicas universales para lograr una renovación apoyada de un auténtico humanismo plástico por encima del tiempo y de las razas, como lo podemos ver en sus obras Baigneuses de 1908, Joueur de Cornemuse, en 1911, y Portraitd’Iturrino, 1914.
Giacometti trabaja con las copias de los maestros italianos, la estatuaria egipcia y africana… llevando a su manera la visión plástica de las obras que le seducen. Deja ver las influencias plurales en sus orígenes como lo podemos notar en Femme cuillère, (1926-27), Femme qui marche, (1932-34).
Balthus, con su d’Arezzo (1926) copia los frescos de Piero della Francesca y en sus místicas y misteriosas composiciones a través de las transparencias de los colores y de la intemporalidad referida aporta una nueva filosofía de la modernidad declarando «la verdadera modernidad está en la reinvención del pasado».
Cuando exploran los paisajes, los objetos y las figuras estos tres maestros intensifican la presencia física, rompiendo con la realidad.
Giacometti anuncia que lo que intenta hacer es reproducir sobre la tela o sobre la tierra lo que ve. Derain y Balthus nos recuerdan a los pintores de la realidad del Siglo XVII, por la armonía lograda entre los objetos y las figuras en fondos oscuros.
Derain, Giacometti y Balthus han integrado la temática del juego. En sus primeras telas, Balthus se interesa por el mundo de la niñez, con los juegos de diábolos en el Jardín du Luxembourg, así como los juegos de arco, o de barcos en miniaturas; este aspecto lo podemos ver en la tela de Balthus “Joueurs de cartes” (1968-1973).
El sueño, lo desconocido, el misterio, son temas abordados que podemos comparar y analizar en el Nuallongé audivan vert (1934-1939) de Derain, y en el Rêve II (1956-1957) de Balthus, así como en las jóvenes que se entregan en la mirada del espectador con languidez y soltura, evocando una sensoriedad interna y erótica , dando a cada obra un aire de intimidad con el trabajo de luces y sombras que cada artista lleva en su factura.
(Derain, Le Grand Nu, 1935; Balthus, Nu couché, 1983-1986) todas ellas envueltas en la confidencia. Balthus abre el sueño a la realidad y al imaginario, (La Phalène, 1959-1960), mientras que Giacometti (La femme couchéequirêve, 1929) en la escultura-ideograma, condensa la ondulación del cuerpo femenino y la dulzura del paisaje apenas descubierto.
Esta exposición de tres artistas singulares del siglo XX ofrece al público una cátedra de exploración exclusiva sobre facturas en materiales diversos que experimentan la relación de las artes desde sus orígenes y que a la vez demuestran que existe un hilo conductor, un lenguaje compartible con el sujeto, no importa que la obra se ejecute en dibujo, volumen o pintura. Ellos tres no se preocuparon por pertenecer a ningún movimiento, más, sin embargo, encontraron su personalidad y compartieron las problemáticas de la luz y de las sombras, y asumieron con generosidad el referente de las herencias visuales.
La esculturas y las pinturas expuestas invitan a pensar la relación de estos tres artistas con los años de angustia que anticiparon la Segunda Guerra Mundial, y que de cierta manera tuvo consecuencias sobre las artes entre los años 1935 y 1950. Este es un aspecto importante de la exposición que podemos analizar en las obras de Giacometti.
L’Objet invisible (1934), pero también, de Derain s’échapper (Les Bacchantes (1945), Grande Bacchanale noire (1935-1945). La lumière perçant les ténèbres irradient chez Derain (Nature morte sur fond noir (vers 1945), finalmente, Balthus (Les joueurs de cartes, 1952).
La exposición es en sí una oportunidad de volver a cada artista y entender su especificidad. En el caso de Giacometti, las figuras de personajes enjutos descendientes de los “massai” africanos o de Quijotes sin Sancho, nos ofrecen una mirada hacia el trabajo del hierro y la maestría de su técnica única, pues envuelta entre masa y línea indefinibles. Balthus nos llena con sus expresiones de ausencia erótica en cada uno de sus personajes y de entrega frígida, donde la emoción viene de un estado de levitación permanente. Las luces y las sombras de Derain, imponen una mística y un drama difícil de narrar desde los aspectos externos, y propone indagar en el secreto callado de la imagen al libre albedrío del espectador.
Una vez dada la vuelta al conjunto de la exhibición seguimos asombrada por la capacidad y la intensidad de cada una de estas obras que al juntarlas muestran que el análisis comparatista y razonado en las marcadas diferencias de soportes técnicos pueden confluir hacia discursos asociables y convergentes en el espacio, la luz, el ambiente el sentimiento la atmósfera visual y síquica de cada maestro, y esto es una experiencia magistral que nos ofrecen esta exposición del Museo de Arte Moderno de París, la que pude disfrutar y la comparto con mis lectores y el público en general.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas