El sector de la banca en la sombra representa el 40% del sistema financiero de la Unión Europea (UE), según cifras del Consejo Europeo de Riesgo Sistémico (CERS), un organismo independiente que se creó tras la crisis para detectar amenazas para la estabilidad financiera.
La banca en la sombra (shadow banking, en inglés) hace referencia a la actividad de financiación que no forma parte del crédito bancario tradicional. El canal que se usa son las instituciones financieras no bancarias. Es decir, estas instituciones tienen las mismas funciones que la banca pero fuera de la regulación exigible a la misma, lo que muchos expertos ven como un riesgo.
En condiciones económicas normales, la banca en la sombra potencia la capacidad de recuperación del sistema financiero al ofrecer productos únicos y vehículos que les permiten gestionar los riesgos de crédito, liquidez y vencimiento. Pero también genera riesgos que pueden poner en peligro la estabilidad financiera.
El CERS publicó ayer su tercer informe anual sobre el sector de la banca en la sombra, que cubre datos hasta finales de 2017. El informe destaca algunos riesgos de este sector que ha crecido mucho los últimos años. Por ejemplo, el riesgo de liquidez y de alto endeudamiento de algunos tipos de fondos de inversión. Asimismo, existe un riesgo de contagio entre sectores, tanto a nivel nacional como transfronterizo por sus conexiones.
Además, el CERS observa un riesgo por su carácter procíclico, de apalancamiento y de liquidez por el uso de derivados y transacciones de financiación de valores.
La actividad bancaria paralela puede amplificar los ciclos financieros porque crece durante los períodos de expansión y se reduce en las fases de contracción.