Baní al borde de una masiva explosión cloacal

Baní al borde de una masiva explosión cloacal

Hizo muy bien el Gobierno dejar en operación el sistema 9-1-1 en Baní el pasado martes primero de manera que la población se incorpora a la modernidad de un servicio que ha demostrado su utilidad y que es una de las obras insignias del gobierno actual. Y da seguridad a los banilejos de contar con el auxilio por el peligro de una tragedia por una posible explosión de gases y líquidos en alguna de las tuberías del obsoleto y abandonado sistema de alcantarillado desde hace 28 años.
El alcantarillado sanitario de Baní fue construido en 1974 por el interés del presidente Balaguer de que se construyeran en esos años la mayor parte de esos sistemas en los principales pueblos para que se modernizara su forma de disposición de excretas junto al sistema para colectar las aguas pluviales. Hoy en día casi todos están abandonadas o funcionan precariamente con excepción del sistema de La Vega y el de Santiago que desde hace mas de 40 años, por el celo, capacidad y orgullo de pueblo de su personal, se mantiene ofreciendo el servicio para el cual fue construido y ampliado sucesivamente.
La planta de tratamiento para el alcantarillado banilejo fue construida en la parte sureste del pueblo y a orillas del río Baní en el Barrio Santa Rosa. Se fue deteriorando paulatinamente por la falta de mantenimiento y descuido de INAPA que no propiciaba el cuidado de la planta y tuberías para adquirir los químicos y piezas de repuestos de los equipos mecánicos y eléctricos para la oxigenación y depuración de las aguas servidas. Desde hace 28 años los banilejos y los vecinos del barrio Santa Rosa sufren de los olores nauseabundos del líquido fecal que se vierte directamente al río. Tan solo operó regular seis años ya que después de 1979, luego del paso del huracán David y la formación del Barrio Santa Rosa, se inició el deterioro de la planta y el surgimiento de otras nuevas barriadas en la zona. Solo existen, como homenaje a la incuria de los funcionarios de INAPA, los restos de algunas de las estructuras de hormigón ya cubiertas por la maleza que ni siquiera permite que los muchachos jueguen en esas antiguas instalaciones de la planta.
Desde el mismo momento que la planta dejó de operar la comunidad banileja elevó su voz de protesta, pero INAPA y las autoridades ha puesto oídos sordos a esos reclamos. Incluso tienen la irresponsabilidad de referirse al problema como si a ellos no les atañe. Las autoridades municipales y nacionales, con la presión de la opinión pública, pudieron haber hecho algo, pero con su indolencia han construido un tremendo muro del desprecio hacia una comunidad laboriosa. Además las autoridades prefieren las obras de relumbrón que se vean y no un sistema de alcantarillado que se construye bajo tierra y poca gente le interesa visitar una planta de tratamiento que exhala malos olores, al menos que no sea un profesional en la materia de ingeniería sanitaria.
Por el crecimiento de Baní ya es imposible rehabilitar la planta abandonada e inservible. Ahora lo que se impondría es la construcción de dos plantas de tratamiento de agua servidas, ubicadas en cada una de las mitades de la ciudad formada por el eje de las calles Duarte y Fabio Herrera de sur a norte, desde el mar Caribe hasta el arroyo Güera. Una de esas plantas iría al sureste de ese eje en los alrededores de El Colbanal, mas abajo de lo que era la planta original y descargaría en el río Baní su efluente debidamente tratado. La otra estaría descargando al oeste en el arroyo Virreina o en el Bahía del lado sur de Sombrero. Y rogando que los organismos competentes como INAPA se acuerden de proporcionarle mantenimiento continuo.
Naturalmente esto es soñar. Ningún gobierno, para complacer a los banilejos, va a invertir una cuantiosa suma de dinero, aparte de las incomodidades de romper las calles de la ciudad. Por lo que hay continuar con el sistema de sépticos y filtrantes, como se estila desde que la planta de tratamiento original dejó de operar en 1990. Ese es el sistema que utilizan las decenas de urbanizaciones construidas en la llanura de Baní al oeste del río, por la demanda de viviendas y espacios para negocios. Enviar esas aguas servidas al subsuelo es dañino para el medio ambiente y para el agua subterránea del valle de Peravia. Antes era un agua de gran calidad, y ahora los agricultores, que irrigan sus siembras con agua de pozo, se quejan de que esa agua les llega altamente contaminada.

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