Barbara Prézeau Stepehenson: singular y plural

Barbara Prézeau Stepehenson: singular y plural

Actualmente, esta artista, después de una larga residencia en África, precisamente en Senegal, y de un retorno a su país natal

Barbara Prézeau Stephenson, después de una estadía en Québec, Canadá, llega a París en los años 90, dominando toda una praxis artística e intelectual que desarrolló desde su juventud en Haití y que enriqueció con las prácticas y enseñanzas que recibió en el tratamiento del papel, aspecto fundamental que marca su creación plástica, porque ella actúa con una relación técnica y matérica a través de la sabiduría ancestral de los artesanos canadienses. Es, en Canadá donde maneja la química de fabricación de la hoja que intervendrá la obra.
Desde la perspectiva existencial, la artista desembarca en la Ciudad de las Luces, con un imaginario propio nutrido de una visión del mundo que inicia un viaje hacia occidente después de un tránsito por Québec, la provincia francófona de América.
Es importante destacar adonde llega, porque nos concierne mucho lo que trae desde la óptica plástica. La recordamos con sus centenares de hojas de papel orgánico que ella misma fabricaba, y que trabajaba con una relación alquímica en su lenguaje visual, en el que lo primero que nos suscitó interés fueron sus azules índicos y sus trazos blancos, sacados de la memoria de una bandera “guédé”.
Esta artista sacudió la percepción de la modernidad del arte en Haití, pues en Francia, la sociedad de críticos, intelectuales y artistas estaba en esos años 90, totalmente condicionada por una visión heredada por los diversos viajes de André Malraux, quien veía la producción artística de Haití con el condicionamiento de los maestros primitivos de la comunidad del Saint Soleil.
Vale aclarar, que efectivamente, el planteamiento de la modernidad y de la post modernidad no tiene en Haití la trascendencia que expresó en los países de América Latina, y del mundo. Para los artistas de dicha isla, la expresión plástica y visual estaba totalmente sellada por un compromiso con la espiritualidad y la ritualidad, bajo el concepto de autenticidad de la creación como lenguaje que conectan con los “loas” o luases en castellano.
Es, a partir de los años sesenta, que el maestro del expresionismo abstracto, haitiano residente en París, Hervé Téleémaque, abrió el camino intelectual de la modernidad y de las trans-vanguardias, después de una corta estadía en New York, donde va a frecuentar el grupo del “pop art”, hasta romper y residir en Paris desde 1967, compartiendo con todo el movimiento europeo del nuevo realismo e imponer su independencia.
La intelectualidad francesa tuvo que esperar nuevas búsquedas y manifiestos que se abrieron después del Bicentenario de la Revolución Francesa en el 1989, para empezar a reflexionar y documentarse sobre los nuevos procesos artísticos de la modernidad que se destacaban en los países del tercer mundo y especialmente con países del África occidental y de Haití.
Desprenderse del reflejo post-colonial marca un trecho que occidente todavía no ha afinado. Barbara Prezeau Stéphenson, impuso una modernidad en la que la herencia ancestral no impide la pertenencia a un mundo artístico global en la búsqueda de una factura propia. Conocimos su obra partiendo de un constructivismo de cuadros azules y blancos, fichero donde descansa la iconografía espiritual de los santos y los ángeles que ocupan en sus relieves anatómicos la llanura sobre papel de un territorio visual que connota el referente de un ritual.
La factura de esta artista contiene la fusión de una gran libertad de apropiación del espacio espiritual con el papel como materia orgánica donde se deposita la codificación y el signo de una memoria.
Los años 90 permitieron una gran apertura del reconocimiento de nuevas señales de la post modernidad que se confirmaban tanto en la Bienal de Sao Paulo, como la de Johannesburgo y la Dakar. Barbara Prezeau pertenece a ese momento histórico apropiado por las novedades y los atrevimientos visuales de nuevas generaciones oriundas de países identificados por los procesos de la ritualidad.
No es de extrañarse que esta artista, enfrentada a la fuerza visual de sus herencias ancestrales, tuviese que acudir en algún momento a expresarse más allá de la llanura del papel para adentrarse en las instalaciones monumentales y en la ocupación de espacios en los que el arte se mide y se impone al entorno humano. Sus corazones de hierro forjado ocupan como expresión del arte público varias ciudades de Canadá, Europa y Haití en parques recreativos, donde los visitantes ajenos del símbolo del corazón y de la metresa Erzuli comparte en el espacio social su presencia.

Actualmente, esta artista, después de una larga residencia en África, precisamente en Senegal, y de un retorno a su país natal, se encuentra de nuevo en París con un proyecto de razonar de manera retrospectiva el conjunto de su obra durante 30 años, publicación en la que participan varios críticos internacionales, incluyendo quien escribe, en un trabajo apasionante que resaltará, como en un mundo global, una artista del Caribe puede cruzar varios y diversos escenarios internacionales manteniendo en su obra el crudo del origen y la esencia de una modernidad y de un lenguaje propio. Ella, como el personaje protagonista de concierto barroco ha llevado dentro de su esplendida obra el pasaje de ida de su Haití natal hacia París, con incursiones en América y África que confirman en ella la capacidad de acceder con la obra a todos los procesos de investigación y cuestionamientos que la identifican.
Barbara Prezeau Stéphenson es una artista contemporánea postmoderna que lleva en su factura todos los códigos y los símbolos de su cultura sin apartarse de la pluralidad de los médiums y de las técnicas más acentuadas y avanzadas del arte actual.

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