Bases para una democracia institucional

Bases para una democracia institucional

TEÓFILO QUICO TABAR

Desde hace tiempo se han hecho innumerables intentos para fundamentar la vida de la civilización en la pura razón. Separada de la religión y del Evangelio. Tal intento alentó inmensas esperanzas en los últimos dos siglos, y fracasó rápidamente. La razón pura resultó ser más incapaz que la fe para asegurar la unidad espiritual de la humanidad. Y el ensueño del credo científico que había de unificar a los hombres en la paz y las convicciones comunes respecto los fines y principios fundamentales de la vida y sociedades humanas, se desvaneció con signos catastróficos.
Un sistema político en el que funcionan partidos e ideológicas; con elecciones en las que se puedan expresar inclinaciones o simpatías. Con un congreso bicameral y ayuntamientos con cierta autonomía; donde haya libertad de expresión y difusión del pensamiento, sin lugar a dudas se puede definir con un sistema democrático. Pero cuando las dificultades impiden el auténtico y genuino desarrollo de los poderes, se confunden ciertas y determinadas normas, camina a tropezones y de conflicto en conflicto, son un claro indicativo de que esa democracia requiere de bases de sustentación mucho más auténticas.
Porque una democracia genuina requiere de un acuerdo fundamental de las opiniones y voluntades sobre las bases de la vida común. Ha de tener conciencia de sí y de sus principios, y deberá ser capaz de defender y promover su propia concepción de la vida política y social.

La democracia genuina debe ser una carta moral y un código ético, cuya validez esté implícita en el cuerpo fundamental de una sociedad de hombres libres. Condicionada a reglamentaciones en las que estén claramente establecidos los derechos fundamentales de la persona humana. Los derechos y libertades políticas y sociales, y sus correspondientes responsabilidades. Derechos y deberes de las personas que forman parte de una sociedad incluso familiar. Libertades y obligaciones de ésta con respecto al cuerpo político.
Que defina con mucha mayor claridad los derechos y deberes mutuos entre los grupos y el Estado y el significado de gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Las funciones de la autoridad en una democracia política y social. Obligaciones morales -que obliguen en conciencia- con respecto a las leyes justas, así como a la Constitución que garantiza las libertades del pueblo y los grupos organizados.
Donde se recuerden las lecciones de la historia. Que no esté indefensa. Donde los enemigos de la libertad no puedan conducirla a su destrucción en nombre de la libertad misma. Una democracia donde el cuerpo político y los poderes del Estado puedan hablar, reunirse y discutir las diferentes opiniones. Sin que represente traumas ni conflictos, y no se ofrezcan tan claras evidencias de nuestras deficiencias y debilidades institucionales.
Los pueblos que olvidan las lecciones de la historia, siempre estarán expuestos a la repetición de los acontecimientos que le han impedido enrumbarse por mejores senderos. Vivirán sumergidos en la incertidumbre. Entre un pasado que se olvida, un presente indefinido, y un futuro incierto. Y así no se garantiza una democracia institucional tabasa1@hotmail.com

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