Belmonte, corazón de Castilla-La Mancha

Belmonte, corazón de Castilla-La Mancha

A solo 150 kilómetros de Madrid, en pleno corazón de Castilla-La Mancha, se erige uno de los pueblos con mayor encanto de España: Belmonte.
Es una villa de interés turístico ubicada en distancia equidistante entre Cuenca, donde pertenece, y Albacete, en la que historia, arte, leyenda, cine y personajes se dan la mano.
Se dice que en el arte está la esencia del ser humano. Pues bien, Arte (así, con mayúscula), paisajes que son cuadros que dibujan la naturaleza misma, y atardeceres comparados a los de las mejores villas españolas es lo que abunda en este pueblo de Cuenca.
“Si sobrevive nuestro patrimonio, gastronomía y costumbres, que es como decir nuestra historia, nosotros también sobreviviremos”, comenta a Efe la alcaldesa María Angustias Alcázar, una mujer que transmite entusiasmo Belmonte, pueblo elegido no hace mucho como el más bonito de Castilla-La Mancha.

Con apenas dos mil habitantes, el brillo de Belmonte, donde nació el poeta y humanista fray Luis de León, se remonta al siglo XIV, cuando la villa fue donada por el rey Fernando III a su hijo, el infante Juan Manuel, quien construyó en este lugar su palacio residencial. Se cuenta que más tarde, en 1398, el monarca Enrique III, en agradecimiento por su ayuda en la guerra contra Juan I de Portugal, donó la villa a Juan Fernández Pacheco, quien se convirtió así en el primer Señor de Belmonte.
Para recorrer el lugar se puede comenzar por el palacio mencionado, que ofrece al visitante unas bonitas vistas al castillo y alberga un spa y un jardín con piscina al aire libre, además del confort de elegantes habitaciones y espacios comunes, como la cafetería, situada en el precioso claustro, y una sala medieval para banquetes o celebraciones.
Otro lugar de interés es la colegiata de San Bartolomé Apóstol, monumento nacional desde el 27 de julio de 1947, con su Puerta de los Perdones.
Esta colegiata fue construida sobre la antigua parroquia visigótica del siglo V, en la que las familias nobles de la zona fueron agregando capillas en las naves laterales, que dotaron de altares, rejas, pinturas y ornamentos, gracias a que intervinieron los mejores artesanos a lo largo de su historia.
Mención especial merece su coro, que es el primero historiado en España (1452). Fue realizado para la catedral de Cuenca, pero el cabildo de la colegiata lo adquiere en 1757 porque les había quedado pequeño.
De todo su esplendor y magnificencia llama aún más la atención la pila de bautismo en la que recibieron las aguas bautismales personajes como fray Luis de León, Juan Fernández Pacheco o el misionero jesuita San Juan del Castillo, entre otros.
Hospital de San Andrés y Castillo. Otras zonas de obligada visita de la villa son sus puertas del Almudí, también conocidas como del Rollo o del Cristo de los Ausentes; la Puerta de Chinchilla, que es la más esplendorosa y antigua de todas las puertas, ya que conserva su estructura original, y la Puerta de la Estrella, también denominada como la Puerta de Toledo.
En el hospital de San Andrés, fundado por Juan Fernández Pacheco en 1415 por Bula de Benedicto XIII, es necesario tener en cuenta que el concepto de hospital en aquella época estaba más bien dirigido a acoger a indigentes y mendigos, que con la finalidad de atender a los enfermos.
Su castillo fortaleza no pasa desapercibido sobre el cerro de San Cristóbal, declarado Monumento Nacional de Interés Histórico Artístico en 1931 y Bien de Interés Cultural.
De estilo gótico mudéjar y mandado hacer por Juan Fernández Pacheco, su construcción duró 20 años (1456-1472).
Su estructura sufrió importantes daños a lo largo del tiempo, fundamentalmente durante la Guerra de la Independencia, a principios del siglo XIX, cuando sirvió de base militar.
Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), fue cuartel y cárcel y volvió a sufrir grandes destrozos.

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