Boca de fusil Máuser

Boca de fusil Máuser

Es asombroso el número de groserías, insultos y malas palabras, que leemos a diario en las redes sociales de “Internet”. El improperio clásico ha tenido en la República Dominicana un desarrollo que le acerca al arte rococó. “Mentar la madre”, acusar de practicar aberraciones sexuales o de haber incurrido en malversaciones, es cuestión habitual. Se propalan rumores sin fundamento, acompañados de las descalificaciones más denigrantes. Al final se colocan las malas palabras, a modo de “rúbrica”, cierre o colofón. “Mierda” y “coño” se repiten como si fueran estribillos musicales. Muchos de estos racimos de insultos merecen los aplausos de los lectores.

A veces se consigna, con el pulgar hacia arriba, que otras veinte personas aprueban las palabras del insultador barroco. Al comentar estas publicaciones vitriólicas, he oído decir: es un experto en “dar pelas de lengua”; tiene “una boca de fusil Máuser”. Probablemente ganará mucho dinero en la próxima campaña electoral. Se estima que las personas dotadas de la capacidad de insultar “a granel”, son temidas o respetadas. Se añade, generalmente, la advertencia: “a quien le cae arriba lo desbarata”. La habilidad mayor de los insultadores profesionales consiste en deformar hechos reales, presentándolos por el lado más dañino para la víctima.

En Santo Domingo, lamentablemente, han proliferado los “boca de Máuser”. Los hombres públicos del país deben sufrir resignadamente su acción deletérea. Constituyen una suerte de polución del sistema político de partidos. En ocasiones, los “boca de Máuser” practican su arte discursivo con personas que no tienen importancia política, ni económica; lo hacen para ensayar el improperio contra blancos que no parezcan peligrosos; y para drenar el veneno que supuran sus propias almas resentidas. Los escorpiones pican espontáneamente por imperativo de las ponzoñas.

Hace algún tiempo, una señora de edad avanzada, propietaria de una farmacia, fue sorprendida por un asaltante que quiso obligarla a entregar el dinero de la caja registradora. El asaltante pensó que una “mujer mayor” no ofrecería resistencia alguna. Pero la señora no sólo no entregó el dinero, sino que sacó un revólver y encañonó al sujeto. Cuando la policía llegó “al lugar del hecho”, ya la farmacéutica había matado al asaltante. Puede ocurrirle a cualquier “boca de Máuser” que apunte mal.

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