Los niños de Bocachica, un caserío rodeado de playas e historia en el Caribe colombiano, sueñan con estudiar o triunfar en el deporte para escapar de la pobreza, pero mientras tanto corren descalzos por las polvorientas calles de este territorio insular distante media hora en lancha de Cartagena.
A pesar de su cercanía con la turística y cosmopolita Cartagena de Indias, Bocachica parece otro mundo; no tiene ni las calles estrechas con balcones coloniales de la ciudad amurallada, ni los lujosos edificios que dibujan en el horizonte de los barrios modernos una silueta parecida a la de Manhattan. En Bocachica, caserío de la isla de Tierra Bomba, las vías públicas son de tierra y las casas, construcciones sencillas de una planta, la mayoría de ellas con fachadas de colores que disimulan la pobreza en que viven sus habitantes, dedicados principalmente a la pesca y a un turismo que va menguando.
“Hasta el momento no tenemos agua potable, hay que ir a las cisternas, a las albercas, a comprar las latas de agua; el gas sí está instalado, algunas casas tienen, trabajan con el gas, otras no; la luz sí la tenemos desde hace rato, ya hace como aproximadamente 14 años”, resume a Efe Deylis Guerrero, una joven estudiante de licenciatura en pedagogía. La chica es una referencia en la comunidad no solo por haber sido la reina de Bocachica en las fiestas de la Independencia celebradas el pasado noviembre en Cartagena, sino también por ser la hermana del beisbolista Tayron Guerrero, que juega en Estados Unidos, en los Miami Marlins, camino que muchos niños quieren seguir.
“Somos unos pueblos olvidados por el Estado pero somos la historia de Colombia”, afirma por su parte Belmir Caraballo, que dirige la Casa de la Cultura de Bocachica, donde, dice, “nos reunimos todos a preservar y a retomar porque no hay rescate ya que las cosas no se han perdido, ellas están aquí, lo que hay es que retomarlas”. La historia que menciona está presente en la raza negra como descendientes de esclavos africanos que son, y también en las fortalezas militares de la Batería del Ángel San Rafael y el Fuerte de San Fernando de Bocachica, construidos por los españoles para impedir el acceso de piratas y corsarios a la bahía de Cartagena.
Caraballo reivindica el valor del origen africano de los habitantes de Bocachica cuando afirma: “nosotros somos una comunidad negra que somos minoría”, y con entusiasmo, ayudado por un grupo de voluntarios, recibe en esa casa de paredes verdes, blancas y amarillas a decenas de niños para ayudarlos a forjar un mejor futuro.
“Tenemos niños de 7 a 15 años que vienen a aprender en talleres danza, música, artesanía, gastronomía, tradición oral, porque esto fue heredado de nuestros abuelitos, para que esto no se pierda”, manifiesta.
La misión no es fácil porque los recursos gubernamentales para estos programas siempre son escasos, pero en los últimos años la comunidad encontró el apoyo de instituciones como la fundación World Coach, una ONG defensora y promotora de los derechos de la niñez, y del BBVA Colombia que da ayudas para la educación, incluyendo morrales con útiles escolares para los niños. El grupo bancario español también implantó en Bocachica, como en otros lugares del país, el programa Escuela de Formadores BBVA, que capacita miembros de la comunidad como entrenadores .