Brasil gasta demasiado en su sistema de pensiones: Margolis

Brasil gasta demasiado en su sistema de pensiones: Margolis

Al igual que sus pares mundiales ricos, los políticos brasileños aprendieron a prometer la luna cuando hacen campaña, y una vez electos, apuntan la factura a la Tierra. No sorprende, pues, que todos los candidatos en la reciente campaña presidencial de Brasil prometieran cuidar a los ancianos y proveer pensiones dignas para todos sin arruinar el presupuesto nacional.

Cómo pensaban hacerlo es un misterio. El rival socialdemócrata Aecio Neves y la candidata del Partido Socialista Marina Silva desataron aplausos por comprometerse a eliminar una norma impopular, aunque ahorrativa, que desalienta el retiro temprano pagando beneficios más bajos a los retirados más jóvenes. Ninguno aclaró mucho qué pondría en su lugar, ni cómo cubriría el inevitable déficit –aproximadamente 3.500 millones de reales, o sea US$1.350 millones, según el economista Marcelo Caetano.

La presidenta Dilma Rousseff defendió la organización actual descartando una reforma adecuada de las pensiones. Los tres ignoraron la anaconda en el salón: uno de los sistemas de seguridad social más inflados del mundo, que gasta mucho más de lo que recauda, devorando los ahorros de las futuras generaciones.

Brasil enfrenta un dilema demográfico. Todavía es joven, pero envejece rápidamente. Si bien está instalado de lleno entre los países de ingreso medio, con aproximadamente US$ 12.000 de ingreso nacional bruto per cápita, derrocha en pensiones.

“El problema de Brasil es que se hace viejo antes de hacerse rico”, dijo Caetano, analista del Instituto de Investigación Económica Aplicada, que esta semana publicó un estudio nuevo y amplio sobre la seguridad social brasileña.

Gastando un enorme 12,2 por ciento de su producto interno bruto en beneficios de seguridad social, Brasil tiene un pensionado cada tres trabajadores. Dicho número es superior al de todos los países del Grupo de los Siete, excepto Italia, donde los pensionados superan a los trabajadores por tres a uno, dijo Caetano.

Dilema de Hobson. No modificar el sistema de seguridad social brasileño generador de pérdidas amenaza a la séptima economía más grande del mundo con el dilema de Hobson: realizar ajustes dolorosos ahora o robar a los niños que atienden al abuelito. Por ahora, la reforma parece poco probable.

Sin una edad de retiro mínima para los empleos del sector privado, los brasileños abandonan el trabajo cuando la mayoría de las sociedades siguen fichando: los hombres en promedio a los 54 años, y las mujeres a los 52. Y dado que los brasileños están viviendo más que nunca, los hombres esperan obtener beneficios durante otros 26 años y las mujeres por 33 años más, muestra el estudio.

Aun con los niveles modestos de las pensiones (US$665 mensuales, en promedio), es mucho para las arcas públicas. Este año, se prevé que el sistema de seguridad social, que paga solamente a los pensionados del sector privado, tendrá un rojo de 50.000 millones de reales (US$21.000 millones).

Por ende, la reforma de las pensiones es una eterna emergencia. Brasil ha intentado varias soluciones en las últimas tres décadas –en 1998, otra en 2003 y la última en 2012. Cada una hizo avances –una edad mínima para los pensionados estatales, penalidades por el retiro temprano- para reducir las distorsiones y aumentar los ahorros. Todas volvieron atrás debido a los ruidosos grupos de interés.

Entre los que más se hacen oír se cuentan los empleados públicos, que pueden dejar de trabajar a una edad relativamente joven, 60 años los hombres y 55 las mujeres, y de todos modos recibir pensiones promediadas con los salarios durante su carrera, o ligeramente inferiores, para los contratados recientemente. Las pensiones de los militares son aún mejores, retirándose con el salario completo, en tanto sus hijas cuentan con pensiones vitalicias, un beneficio pintoresco que se remonta a la guerra de Brasil con Paraguay, que terminó en 1870.

LAS CLAVES

1. Promesas inalcanzables

Al igual que sus pares mundiales ricos, los políticos brasileños aprendieron a prometer la luna cuando hacen campaña, y una vez electos, apuntan la factura a la Tierra.

2. Defiende sistema

La presidenta Dilma Rousseff defendió la organización actual del sistema descartando una reforma adecuada de las pensiones. Se trata de un sistema de pensiones que gasta mucho más de lo que recauda, devorando los ahorros de futuras generaciones.

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