Para muchos inversores, parece venir montado en un caballo blanco, un conocedor experimentado que dará vuelta una economía de enorme potencial y épicos fracasos.
Michel Temer fue el número dos de la presidenta de Brasil Dilma Rousseff y ahora, con la suspensión temporaria de esta, asume el cargo, con el viento a favor de la fe casi evangélica que le tiene el mercado, tal como lo demuestran el salto del Real -la moneda con mejor desempeño del mundo este año- y el desplome del rendimiento de los bonos. Se presume que Rousseff no regresará al poder.
Pero la convicción de que Temer simplemente no puede fracasar se topa con los extraordinarios desafíos que se le presentan a este abogado constitucionalista de 75 años: inflación de casi dos dígitos, creciente tasa de desempleo, la peor recesión en más de un siglo y un escándalo de miles de millones de dólares.
“Tiene un poco de espacio para avanzar y estabilizar la economía pero el mercado ha exagerado las perspectivas”, dijo Marcos Troyjo, que codirige un foro de mercados emergentes en la Universidad de Columbia, en Nueva York. “Si se ve implicado en el escándalo de corrupción, los sentimientos se podrían modificar verdaderamente”.
Un equipo creíble. Por cierto, Temer tiene mucho a su favor: nombrará a un equipo económico creíble, tiene mayoría suficiente en el Congreso y su partido ha propuesto medidas para reducir el tamaño del Estado. Tiene intención de tornar las normas sobre contrataciones públicas más amigables hacia los inversores, conceder un mayor rol al sector privado en la industria petrolera y hacer más eficiente el gasto público, según dos colaboradores suyos, que pidieron mantenerse en el anonimato, por tratarse de asuntos que no se han hecho públicos.
Mientras que Rousseff nunca había ocupado cargos antes de convertirse en presidente y era criticada por los legisladores por no querer hablar con ellos, Temer ha pasado tres décadas afinando sus ampliamente respetadas habilidades políticas. Presidió la cámara baja en tres oportunidades, ayudó a redactar la Constitución de 1988, y dirigió el Partido del Movimiento Democrático Brasileño, el más grande del país, durante más de una década.
El optimismo de los inversores por las aptitudes de Temer hizo trepar el real un 14 por ciento frente al dólar estadounidense, y el índice Ibovespa subió más de un 21 por ciento.
Sin embargo, hay escollos enormes. Con el desempleo en alza, una caída del salario real el año pasado por primera vez en más de una década y los costos de endeudamiento en su nivel más alto en 10 años, es poco el apetito público por nuevas medidas de austeridad.
En un anticipo de las posibles discordias que podría enfrentar Temer, el senador Aecio Neves, líder del partido PSDB que se va a convertir en el principal socio de la coalición, dijo que la administración de Temer corre el riesgo de llegar a ser igual que la de Rousseff, un trueque de puestos públicos a cambio de apoyo.
Si bien la transición podría ofrecer oportunidades para realizar ajustes y reformas, “los riesgos de su implementación van a permanecer” dijo la firma Fitch Ratings en su informe del 5 de mayo.
“Una profunda y prolongada recesión acompañada del aumento de la tasa de desempleo y la incertidumbre acerca de la resistencia y estabilidad de la coalición gobernante (especialmente para la aprobación de las reformas) ponen de manifiesto los desafíos a los que confrontaría el potencial Gobierno dirigido por Temer”.