A man walks past a sign announcing the price of U.S. dollar and Brazilian real, in exchange for Argentine pesos, at an exchange house in Buenos Aires, Argentina, Monday, Sept. 3, 2018. Argentina's President Mauricio Macri has announced new taxes on exports and the elimination of several ministries on Monday in a bid to halt economic turmoil that has sent the peso to record lows. (AP Photo/Natacha Pisarenko)
La mayor tranquilidad de los mercados y la recuperación en los tipos de cambio al final de la semana pasada hacen que sea tentador declarar el final de la turbulencia del verano en las economías emergentes.
Esos acontecimientos positivos, junto con la creciente evidencia de diferenciación de inversionistas, naturalmente despiertan la esperanza de que estamos repitiendo lo que ocurrió a principios de 2016, cuando una mayor preocupación por los trastornos del mercado impulsados por China dio paso a una reconfortante restauración de los flujos de capital, precios más altos de los activos y un entorno operativo mucho más favorable para los países emergentes individuales. Comparto esta esperanza y reconozco el precedente histórico. Sin embargo, hay cuatro razones para mantener la cautela.
Las perturbaciones prolongadas del mercado no siempre se producen de forma lineal: unos pocos días de calma no significan necesariamente el final de un trastorno. Hay muchos ejemplos históricos de recuperaciones rápidas temporales en el contexto de una mayor tendencia de trastorno continua del mercado. Esto sucede especialmente cuando los impactos negativos y sus posibles efectos de retorno, no han seguido su curso, y cuando los interruptores decisivos no se han activado. Es demasiado pronto para descartar la posibilidad de que la volatilidad financiera de las últimas semanas pueda desestabilizar algunos indicadores fundamentales económicos y financieros, llevando a un retorno de las dislocaciones del mercado.
Los casos de los países que generan mayor inquietud aún no se resuelven: Ni Argentina ni Turquía, los dos grandes casos principales, han producido una combinación de ajustes de política y nuevos financiamientos que colocarían a sus economías en un camino seguro hacia la estabilidad.
En consecuencia, es probable que el alivio del mercado que experimentaron al final de la semana pasada haya sido el resultado de realineamientos periódicos de posición de cartera, más que de un cambio fundamental en la dinámica del mercado subyacente.
Una mejora más duradera es posible si Argentina y el Fondo Monetario Internacional acuerdan un programa fortalecido con fondos más favorables, y si Turquía encuentra una forma de ampliar su respuesta política, incluido desde su banco central, que celebrará una reunión el 13 de septiembre.
El entorno externo sigue siendo incierto: las economías emergentes operan en un contexto global fluido caracterizado por una creciente divergencia en el desempeño entre las economías avanzadas, incertidumbres políticas, un sistema de comercio internacional menos estable y políticas de bancos centrales en evolución.