Cañones de futuro para matar canallas

Cañones de futuro para matar canallas

Puede un mal hombre ser un buen ciudadano y un buen patriota? La respuesta se la dejo a cada cual. Y me la respondo yo mismo auscultando y escudriñando la maldad dentro de mí, descubriendo que, de algún modo, he cometido los mismos errores que otras personas. Especialmente cuando leo la Biblia, me veo en las faltas y defectos de casi todos los personajes que allí aparecen. También he ganado sabiduría de ese libro, y llegado a saber que los mentirosos, ni los cobardes irán a la gloria, porque el futuro solo le pertenece a los esforzados y a los valientes. Las bendiciones llenan de esperanza al valiente, pero la sola palabra “futuro” asusta a los traidores, a los que procuran salvarse ellos solos, y quieren “lo suyo” para ahora mismo. La esperanza les es ajena, dicen “este país se jodió”.

El futuro desbanda a los desertores con la fuerza de mil cañones, como diría el cantautor Silvio Rodríguez. El incrédulo traiciona, daña la moral del grupo. No cree en la causa, ni le importa la meta; no sueña, no ama. Los cobardes ni se aventuran, ni cruzan el mar. El navegante, aunque solo alcanza a ver línea asintótica del horizonte, sueña con la otra orilla. Al poderoso le basta el presente, el lumpen, proletario, o pequeño burgués, está disuelto en el ahora. Disueltos, absortos y deslumbrados del aquí y el ahora, son cómplices del pasado, nunca aliados del futuro.

Duarte, Sánchez, Mella, Luperón. Fernández Dominguez, Caamaño, Manolo, Patria, Minerva, María Teresa y Dedé; Juan Bosch: Todos renunciaron a sus pasados y sus presentes para ofrendarlos al porvenir. Sus marcas, su solo recuerdo desbanda canallas por millares.

El proletario con bandera, el empresario que cree en un país mejor, los que “le creen en Dios”, sueñan con la victoria final. Previo a degenerarse, el traidor blasfema contra la patria y maldice a Dios.

El que espera sueña, el ideal conduce al futuro sembrando moral y mística (J. Ingenieros).

El incrédulo ofende a Dios: “Sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). La falta de fe no solo es un insulto a Dios, sino un acto de traición en potencia. El poeta Rodríguez inventó un cañón de futuro para matar canallas. En cambio, se necesitaba un iluso como Duarte para hacer una patria, un demente como Bolívar, que cabalgase cinco mil kilómetros para libertar pueblos del Sur de América que ni siquiera conocía; un Mandela que se atreviese a domar su propia rabia.

Demasiados son los que no creyeron ni creen en el porvenir de esta nación. Y cada negación del ideal, del futuro, es un atentado contra el futuro, la juventud.

Al reino de Dios no irán los mentirosos, ni los cobardes… (Apocalipsis 21:8)… Ni los corruptos, ni los “monstruos de bolsillo” (pokemones) de la radio, TV y la internet (Henríquez Gratereaux); ni los que defraudan al Fisco, ni los políticos mentirosos. El ideal patrio, como el reino de los cielos… “es duro de alcanzar, y solo los valientes lo logran” (Mateo 11:12).

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