Canto a  Trina De Moya

Canto a  Trina De Moya

Sentía en mi interior que la presentación de “Chin Mamᔠdebía ser en una iglesia, escenario perfecto, porque de quien se habla fue una persona entregada a la Fe

RITA DE MOYA DE GRIMALDI

Sin saber si había sido un ángel, mi subconsciente o era un mensaje del más allá decidí que así sería. Me senté en la cama al amanecer y confirmé que yo no me lo había inventado. Una buena amiga historiadora me dijo: “Rita, Trina te mandó a hablar”, pero considero, de corazón, que a muchos les toca eso antes que a mí. Visité una parroquia con la que había amanecido en la cabeza. 

Quise explicar pero… qué va!! Obedientemente con mi librito bajo el brazo, llegué a mi parroquia Jesús Maestro, a la cual asisto, por gracia de Dios, desde aproximadamente los 13 años. Sentía en mi interior que la presentación de “Chin Mamᔠdebía ser en una iglesia, escenario perfecto, porque de quien se habla fue una persona entregada a la Fe hasta el punto de descansar en ella. Recordamos el “Himno a las Madres”. Unos minutos en la misa de las nueve, me dijeron. Yo, feliz!!

Aconteció el día de las Madres del año pasado. Sin invitaciones, sin bulla. Muy bien.  Aquel domingo 28, puntual, me acompañaron los más cercanos familiares:  Mi tío Antonio y mi tía Ascención De Moya Ureña (matrona de la familia), mi madre, mis hijas y mi papito. Al final vi entre los fieles feligreses, sentada en algún banco -como regalo de Dios- a mi profesora de Gramática, doña Mencía Botello y a algunos amigos entrañables de mi padre.

Bastó un chin de gente para comenzar a regar la voz de que se comenzaba a rescatar la labor de Trina de Moya, darle vigencia a su obra y valorarla en su justa dimensión. Retribuirle un poco de ese amor que dejó por escrito al pueblo dominicano.

Antes, el miércoles 24 de mayo al mediodía, en un ambiente familiar para nosotros los Grimaldi-De Moya, como lo es el restaurant Vesuvio del malecón, recibimos a la prensa junto a mi esposo Víctor y mis hijas Rita Victoria, Estefanía y Teresina. Nuestra gratitud a todos los medios de comunicación que prestaron atención a “Chin Mamá”.

Por esos días me comentaba el Arq. Feris Iglesias: “Rita, saca a Trina del Día de las Madres”. Así fue. Al siguiente mes, todavía hablábamos de esta noble dama el martes 27 de junio. Se realizó una actividad en el Forum Pedro Mir de la Librería Cuesta junto a amigos y relacionados. Entre libros le dieron acogida a “Chin Mamá”. Ese día, quise servir como maestra de ceremonia porque consideraba, como así es, que no merecía yo estar sentada en una mesa. La del honor y distinción ese día era solo Trina de Moya de Vásquez. Niños y adultos, familiares de Horacio Vásquez y amigos como Lucía Amelia Cabral, Claudia Troncoso de Rodríguez y Mirna Fiallo ofrendaron botones de rosas rojas ante la fotografía de la poetisa.

Aquella vez prometí que para este año 2007 tendríamos una nueva edición de “Patria y Hogar”, el libro que ella escribiera. Luego de acercarme a alguna institución para que patrocinara el libro, la respuesta fue que no podían porque estaban involucrados en un proyecto para rescatar nuestra “identidad nacional”. No entendí su respuesta porque el “Himno a las Madres” es algo que nos identifica plenamente como dominicanos. Solo les puedo decir que se está trabajando en eso seriamente, al acercarse a nosotros una amiga, excelente apoyo a la labor de la mujer de todos los tiempos de nuestro país.

Siguiendo el recuento, el 1ro. de junio del pasado año a través de este mismo periódico Hoy, se hizo pública la carta que días antes enviáramos a Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura, solicitando atención a la casa de Horacio y Trina en Tamboril, para su restauración. Además, pedimos que en aquella ocasión fuera “declarada Patrimonio Cultural del pueblo dominicano para asegurar su preservación hasta la eternidad” una casa que “aunque con estructura simple no por eso de menor importancia”.

Ahora, para los  días de este mes de mayo realizamos la entrega de un cuadro con la poesía “La Caridad”  dedicada a la Cruz Roja, escrita por Chin Mamá. La familia, encabezada por la sobrina de Trina, María Ascención Claudina De Moya Ureña vda. Achécar y por iniciativa mía junto a mi hermano el Dr. Rafael De Moya, encargado de la Cruz Roja en la provincia de La Romana y del Dr. Guillermo Santana donaremos esta obra. Así, logramos unir el papel de “madre de la humanidad” que trasciende por parte de una institución como lo es la Cruz Roja Dominicana, que el 8 de mayo pasado estuvo de aniversario y el mes de celebración del Día de las Madres junto la obra de la esposa de quien fuera Presidente de la República, después de terminada en 1924 la primera intervención norteamericana.

 Nos satisface que hace un año comenzamos un movimiento para desempolvar la vida y obra de esta insigne mujer entregada a la Iglesia y a las obras discretas en favor de su pueblo.

Si nos fijamos, hoy todos hablamos de ella. Algo me dice que lo que comenzó de manera sencilla ya va tomando forma de corazón en el interior de todos los dominicanos.

Mayo es para los dominicanos un mes en el cual sacamos a pasear de manera especial el afecto que tenemos a nuestras madres y también a aquellas mujeres que sin habernos parido nos quieren como tal.

Hoy, especialmente queremos entregar al pueblo dominicano las letras completas de la añoranza sumamente importante para la historia y que Trina le escribió a su amado Horacio Vásquez:

A mi esposo

El recuerdo de nuestras hijitas que apenas vinieron,
con su sola presencia encarnaron
mis más caros sueños,
y colmaron lo inmenso de tu alma
de esperanzas, de amor y de anhelos,
para alzar otra vez de improviso
a eternales regiones el vuelo,
y dejarnos entonces tan tristes,
tan solos y enfermos,
sin sus tiernas caricias soñadas,
perseguido tú en torno a mi lecho,
y los dos, al rigor del exilio,
errabundos por suelo extranjero…
es recuerdo que late en mi entraña,
callado y acerbo.

Cuando pienso en aquellas hijitas
y al redor de nosotros contemplo,
cómo, plácidamente, reviven
los padres y abuelos,
discurriendo sus vidas fecundas
al calor de los hijos y nietos.

Mi alma entonces ansiosa se expande,
y ni celos ni envidia sintiendo,
resignada me digo: Nosotros
disfrutar igual dicha podemos,
hoy que el cielo piadoso nos brinda
-tal vez como premio
a tu vida de crueles afanes
por el bien de la Patria y sus fueros-.

Hoy, repito que el cielo nos brinda
el bien placentero
de poder revivir como padres,
al calor vigoroso de un pueblo,
infundiéndole afectos de hijo
con nobles ejemplos,
atendiendo a sus cuitas y afanes,
respetando sus justos derechos,
y talleres, y escuelas y asilos
por doquier con tesón difundiendo.

Y a la triste añoranza de antaño
hoy opongo este dulce consuelo:
El buen Dios nos quitó nuestras hijas
para darnos por hijos un Pueblo.

Si atendemos a las dos últimas líneas de esa añoranza nos damos cuenta que Trina, quien junto a su esposo Horacio asumió como hija de crianza a una sobrina, Edilia Antonia (Toñita, Matontón) De Moya Ureña, dejó escrito como testamento que sus hijos era el pueblo dominicano. Ya lo destacó Fabio Fiallo al prolongar el libro de poesías de Trina.

Al pasar tantísimos años y recogiendo el lindo apodo con el cual la conocemos en mi familia, me pregunto ante su pueblo: Verdaderamente al pasar el tiempo y ante el exquisito legado que nos dejó: ¿Qué es María de los Angeles Trinidad (Trina) De Moya Pérez de Vásquez para cada uno de los dominicanos? No hay otra respuesta más clara y contundente a través de la historia siendo ella la primera Primera Dama de la República. Ella es simplemente … un Chin Mamá de todos los dominicanos.

Que se corra la voz, pues. Que ese apodo dulce y cariñoso de aquel niño tamborileño perdure para siempre a través de esta invitación como he considerado mi librito y que pase de generación en generación para distinguir de una manera familiar a Trina, esta dominicana que se entregó a su pueblo y aún nos entrega su amor de madre a través de su canto a 66 años de su fallecimiento. Ella vive aún, grande y emotiva en nuestros corazones a través de su obra.

Es mi abuelita materna Angela Antonia Fernández Fondeur vda. Santana, nuestra queridísima Maallella, quien cumple en este año los 94, con la gracia de Dios, la que se encargaba de repetir entre la familia anécdotas como las de la máquina de coser si le empeñaba al muchachito, las vejigas traídas del extranjero, la del niño que mandaban a buscar a la hora de Horacio y Trina almorzar entre otras más. Siempre recuerda tan distinguida vecina y también a otros como lo fueron doña Trina León y la familia Peña Valentín.

Le he preguntado a Papá Dios por qué tenía que salir de mi corazón hacer una invitación a los dominicanos para recordar a Trina. ¿Por qué entre tantos De Moya y varias generaciones, mi actitud ante ella? He encontrado la respuesta: He absorbido las largas conversaciones de una nieta con una abuelita común y corriente del pueblo, pero que tuvo la dicha de ser comadre de una distinguida vecina y haber guardado con sabiduría y como sus mejores joyas, documentos que al pasar los años resultan interesantes e importantes y que han llegado a mis manos. Tuve, además, la dicha de que nací de la unión de mis padres: Lourdes D. Santana Fernández, ahijada de Trina (un vestidito aún conservado y un acta de bautizo lo atestiguan) y Rafael Agustín de Moya Ventura, nieto de Dimas, uno de los hermanos de Trina.

Tras esos resultados pienso que no podía más que coger papel y lápiz para extender una invitación este año, el pasado y siempre:

“Elevemos un canto a quien es un Chin Mamá de todos los dominicanos”.

Esta señora, familiar a todos, no tuvo que hacer mucho esfuerzo para lograr un sitio entre los dominicanos. Al ser Primera Dama y acompañar a su esposo ante el país en la difícil tarea de ser Presidente, solo necesitó llevar dos cosas esenciales en su inmenso corazón: “Patria y Hogar”.

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