Capa ozono y cambio climático, una victoria y una advertencia

Capa ozono y cambio climático, una victoria y una advertencia

Faye Flam

Por una vez una noticia del frente medioambiental puede causar satisfacción. Científicos anunciaron esta semana que el agujero de la capa de ozono sobre la Antártida comienza a cerrarse. En 1987 el mundo acordó erradicar los productos químicos que destruían una capa de gas de la atmósfera superior que protege el planeta de rayos ultravioletas.

Los investigadores señalaron esta semana en la publicación Science que por fin empiezan a detectar resultados. En septiembre, el agujero se había reducido 3,885 millones de kilómetros cuadrados (1,5 millones de millas cuadradas) respecto de sus dimensiones de 2000.

La historia tiene un plano aleccionador: los productos químicos responsables del problema del ozono se descomponen en la atmósfera a una velocidad mucho mayor que la del dióxido de carbono relacionado con el problema del calentamiento planetario. Es por eso que la misma química atmosférica del MIT que anunció la mejora sostiene también que el cambio climático producto de los combustibles fósiles es “irreversible”.

Esa química, Susan Solomon, explicó que mientras la mayor parte de los contaminantes se descompone con rapidez, el dióxido de carbono atmosférico es muy estable. Según sus cálculos, pasarán centenares o miles de años hasta que plantas y océanos absorban el exceso generado por las centrales a carbón y los autos. Pasará aún más tiempo hasta que la atmósfera y los océanos vuelvan a enfriarse.

Es por eso que tantos científicos quieren actuar ahora en lugar de esperar. Cualquier agravamiento de la situación persistirá durante generaciones.

El caso de la capa de ozono, dijo, brinda cierta esperanza en el sentido de que la gente puede actuar en lo que respecta a los problemas medioambientales globales.

El Protocolo de Montreal de 1987 prohibió el uso de clorofluorocarbonos usados en spray para el cabello y desodorantes y también en refrigeradores y acondicionadores de aire. Algunos opinaron que el tratado privaría a la gente de refrigeración, pero se hallaron sustitutos y la vida siguió adelante.

Por fortuna, dijo Solomon, los químicos que afectan el ozono terminan por descomponerse en sustancias que caen a la atmósfera inferior, donde se disuelven en la lluvia. Dijo que los científicos habían esperado que a esta altura el agujero de ozono empezara a mejorar, y observaban en busca de cambios mediante globos y satélites. El agujero es en realidad un evento estacional: se abre en el invierno antártico. La mejora, dijo, es que el período en que el agujero se mantiene abierto se está reduciendo.

Pero cuando Solomon observó el dióxido de carbono y el calentamiento global obtuvo un resultado muy diferente: el CO2 iba a permanecer en la atmósfera durante miles de años. No era una gran sorpresa para muchos científicos. Algunos habían hecho cálculos similares y llegado a la misma conclusión inquietante.

‘Una eternidad’. Uno de los primeros cálculos fue el que hizo a principios de la década de 1990 James Kasting, profesor de geociencia de la Penn State. Observó la rapidez con que el dióxido de carbono liberado por los combustibles fósiles se absorbía en océanos y plantas. También llegó a la conclusión de que pasarían siglos. Parte del problema, dijo, es que la biosfera terrestre toma y libera dióxido de carbono en cantidades iguales. La velocidad a la que puede absorberse el exceso producto de la actividad humana tiene un límite. Cuanto más dióxido de carbono se incorpora al sistema, mayor es la lentitud con que se lo absorbe.

“Pensamos que la reparación del agujero de ozono es lenta, pero es rápida en comparación con la reversión el aumento del CO2”, dijo. No decimos que el clima no se recuperará nunca, sino que eso sucederá de forma tan lenta que, en tiempos humanos, podría ser una eternidad.

Luego de la publicación de su trabajo sobre la irreversibilidad del cambio climático, Solomon publicó otro trabajo en Science donde explica que “irreversible” no significa “inevitable”. Cierto grado de cambio es inevitable, y nuestras emisiones afectarán a los próximos siglos, sin duda. Pero la mayor parte de los científicos considera que no es demasiado tarde para evitar las consecuencias más graves, que comprenderían la inundación de grandes ciudades y una nueva cuenca seca en EE.UU. La diferencia depende de las decisiones que tomemos en las próximas décadas.

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