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El criollo Tomás Bobadilla y Briones fue, sin dudas, una de las principales y más conspicuas figuras públicas de Santo Domingo durante todo el siglo XIX. Su fuerza, que residía en un elevado sentido del deber, se complementaba con el espíritu observador, imperturbable, precavido, enigmático, astuto, paciente, frugal y tenaz que le acompañó hasta el fin mismo de sus días. Precisamente por ello, antes de pasar a desarrollar a fondo la genealogía de su entorno político, se nos antoja oportuno emplear varios de los párrafos siguientes para pergeñar, a manera de bosquejo, unas simples y escuetas notas biográficas sobre el personaje, en el entendido de que ayudarán al lector a enmarcar esta investigación en un contexto espacial y temporal mucho más asequible.
Quinto de seis hijos, Tomás nació el 30 de marzo de 1786, en la villa de Neyba, en el seno de una familia habida, tenida y reputada blanca pura, libre de toda “mala tara, de moros, judíos, herexes, negros, mulatos ni recién convertidos”, procedente de “cristianos viejos y honrados” (Véase Despradel i Batista, Guido. Testimonios de limpieza de sangre de don Tomás Bobadilla y Briones. En BAGN Núm.24-25. Santo Domingo, 1942) Hijo de Vicente Bobadilla y Gregoria Briones, fueron sus abuelos paternos Tomás Bobadilla y Francisca Amaral, de procedencia canaria, mientras que por línea materna fue nieto de Mateo Briones y Dominga Pérez, vecinos de Azua y Bánica. Consta, asimismo, que algunos de sus parientes desempeñaron funciones administrativas y eclesiásticas de cierta envergadura (funcionarios, prelados, arzobispos y oidores), lo que deja entrever que se trataba de una familia íntimamente ligada a la élite dirigente.
Resulta, pues, lógico pensar que la inestabilidad política provocada por la cesión de la parte oriental de la isla a Francia en virtud de la Paz de Basilea fue una de las causas que empujaron al matrimonio Bobadilla-Briones a establecerse temporalmente en Puerto Rico. Esto explica además el hecho consignado en la hoja de servicios de Tomás, en cuanto a que se estrenó en la práctica del derecho en la villa de San Germán, lugar de asiento de sus progenitores en tierras borinqueñas.
En el plano local, el punto de partida de su vertiginosa carrera oficial lo constituye el año de 1812, en que aparece por primera vez en política activa, desempeñando el cargo de secretario de la Diputación Provincial (creada por disposición de la Constitución de Cádiz de 1812). Eran tiempos de la España Boba y se había desempeñado ya como escribano público y notario mayor y secretario del Arzobispado. A estos puestos siguieron empleos en el cabildo capitalino –regidor y síndico- y una eventual designación de oficial primero de la tesorería general del efímero Estado Independiente de Haití Español, proclamado el 30 de noviembre de 1821 por don José Núñez de Cáceres.
Pieza clave durante el ciclo de la ocupación haitiana, ora como fiscal, ora como defensor y notario público, lo cierto es que se convirtió en depositario de la confianza de Boyer, Borgellá y el resto de sus acólitos.
Instituto Dominicano de Genealogía