Carácter y éxito

Carácter y éxito

FARID KURY
Una vez escuché al profesor Juan Bosch explicar que las palabras son como el agua, cuando se derraman es imposible recogerlas. Así, siendo la palabra instrumento vital de un político, al usarla debe ponderar bien sus ideas, porque sencillamente después no hay como recogerla.

En la actual sociedad digital donde el individuo está sobre informado, y de alguna manera ha adquirido cierto nivel de análisis y de razonamiento, el asunto es aún más complicado, porque resulta casi imposible esconder los errores de los que hablan sin pensar.

Hay políticos de una inteligencia académica e intelectual apreciable, si se quiere brillante, pero tienen la desgracia de poseer una inteligencia emocional baja. Entonces ahí viene el desafío: ¿Cómo administrar adecuadamente esa inteligencia intelectual-académica? ¿Cómo impedir que la baja inteligencia emocional estropee la inteligencia académica?

Obviamente eso no es fácil. El temperamento, que es la parte heredada de un ser humano, y el carácter que es la parte social, se imponen de manera natural, sin ninguna dificultad. Brotan como las lavas de un volcán.

A veces, un político se refugia en los muros del silencio como una táctica conveniente del momento, o usa las palabras, como decía Talleyrand, para esconder el pensamiento. Y eso momentáneamente puede dar resultados. Pero al final, se impone lo que él es, su yo. Se imponen su carácter, su temperamento, sus emociones.

Una vez un político amigo, sintiéndose frustrado, me dijo que había perdido grandes oportunidades por su carácter, porque no le era posible callar cuando debía. Me confesó su impotencia porque no lograba administrar su silencio y sus palabras, y entonces cometía errores que muchas veces resultaron costosos.

El éxito de cualquier ser humano, en cualquier disciplina, no es una tarea sencilla. Si lo fuera todos serían exitosos y resulta que pocos lo son; pocos son los que llegan a sus metas, los que no se quedan en el intento.

¿Cuántos políticos capaces han perdido importantes batallas por no controlar sus emociones o por tener, como suele decirse ahora, una inteligencia emocional deficiente?

A veces, a la hora de analizar el éxito o el fracaso de un político, se recurre a superficialidades. Se dice que fulano es exitoso porque es dichoso. Que fulano no ha triunfado porque la coyuntura no le favoreció, etc…

Pero muchas veces ignoramos que uno mismo labra su destino. Uno es responsable directo de su fracaso y éxito. Las circunstancias, la suerte, la inteligencia, las coyunturas, son componentes importantes. ¿Quién lo ignora? Pero al final, lo que va a prevalecer es el carácter, el temperamento y la buena administración de la inteligencia emocional.

O sea, no se trata sólo de ser un gran teórico de las ciencias sociales, políticas o económicas, de tener suerte o de actuar en medio de circunstancias favorables.

Se trata, además, de tener un carácter y un temperamento que ayuden a aprovechar correctamente cada circunstancia.

El hablar y callar sólo cuando hay que hacerlo, el no cometer errores costosos, el no ofender innecesariamente, el aguantar las emociones cuando las heridas agobian, el no precipitarse, el no desesperarse, son factores que en última instancia determinan el éxito o el fracaso de un político.

En la República Dominicana hemos tenido y tenemos políticos de toda clase.

Los ha habido con un carácter fuerte, iracundo y emocional, y los ha habido, con un carácter suave, controlable. Los primeros, a decir verdad, han mordido el indeseable polvo de la derrota en múltiples ocasiones, mientras que los segundos, la fortuna los ha acompañado como las uñas a la carne. ¿O no es así?.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas