Carlos T. Martínez y la levedad del ser

Carlos T. Martínez y la levedad del ser

Psiquiatra Jose Miguel Gómez.

Literalmente el mundo postmoderno padece de anemia espiritual. El hombre se ha dejado seducir por el confort, la vanidad, el estatus y la adicción por el dinero. El sufrimiento y la agonía es tal que, se ha preferido despersonalizarse; negar la propia identidad, maquillar el rostro, conquistar el pragmatismo para alcanzar el “parecer”- vivir la miseria humana- Hoy, ese hombre vive y se placerea en una sociedad sin consecuencias, relativa, superficial, liviana y, por demás, en desafecto e insolidaria. Antes de las 8:00 p.m., el salón estaba ocupado de extremo a extremo.

Allí apareció la figura tierna y de voz pausada, de la comunicadora Laura de la Nuez, quien pronuncia sin faltas ortográficas. Ella puso de pie al poeta Tony Raful, quien presentó el tomo XVII de Grandes Dominicanos de Carlos T. Martínez. Tony nos sedujo, y produjo un silencio y una atención que nadie quería que parara; Hablaba de conquista del Ser, de la necesidad de crecer hacia adentro; de vivir la armonía de servir a la sociedad, a las personas, sin dejarse atrapar por el pragmatismo político, ni el sistema financiero, ni hacerse el cómplices de los que producen las grandes guerras, el dolor humano y la pobreza espiritual.

En el centro de la mesa, Carlos parecía ausente, apenas movía los labios y con respiración relajada, propia del que sentía la satisfacción, el compromiso y la entrega de un trabajo incomprendido, mal pagado y generador de angustia, como el tener que seleccionar a personas que por su talento, altruismo, valores, desprendimiento ayudan y estimulan a practicar la diferencia. Tony recorrió la existencia, disecó el cuerpo social de forma tan brillante que el auditorio terminó de pie y agitando las manos. Fue una noche de terapia, de catarsis y de reflexión, pero sobre todo, fue una noche de historia, de vida, de libros, de afectividad, de apego y de reconocimientos: a deportistas, artistas, médicos, comunicadores, militares, intelectuales, escritores; hombres y mujeres que por su trabajo habían alcanzado los méritos de estar en Grandes Dominicanos. De la Nuez presentaba a Carlos, y lo describía con un libro por capítulos: su familia, la pareja, los hijos, el amigo, el ciudadano de hoja de vida intachable y transparente. Al final hubo placas, reconocimientos, aplausos, afectividad, alegría y felicidad.

Carlos como todo hombre de cabeza amueblada y de espíritu comprometido, ponía en evidencia sus actitudes emocionales positivas, su razón de existencia. Fueron unos minutos oxigenantes, nutrientes, productivos y existencialmente vivibles. Felicidades Carlos T. Martínez. Al final, después de escuchar a Tony y Carlos, me ocupó mi mente la novela del escritor checo Milan Kundera; La inaceptable levedad del Ser. Aquella vida sin una existencia asumida, sin sentido de pertenencia, sin vínculos y sin compromiso. Una vida hacia el “parecer” sin consecuencia y desierta espiritualmente.

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