Casas del Gobierno

Casas del Gobierno

De los cien beneficiarios de las famosas viviendas de Bonao, únicamente veintiocho sufrieron daños con el paso de las tormentas Olga y Noél. Es decir, que el Gobierno Dominicano debe construirles viviendas a los setenta y dos ocupantes de las casas donadas por el gobierno venezolano. ¿Y por qué el Gobierno Dominicano? Porque fue la lenidad de la autoridad pública la que permitió el vergonzoso incidente que hoy día mantiene inquietos a esos irregulares ocupantes.

Ocurre que las sociedades han organizado los Estados Nacionales para poner orden, resguardar a los socios, impulsar creatividad y producción, y civilizar. Como esos Estados son una abstracción jurídica, las sociedades inventamos a los gobiernos para convertir en actos cotidianos los esfuerzos de ordenar, resguardar, impulsar la creatividad y la producción de sus hijos, y civilizarlos. Cuando los gobiernos incumplen una o todas estas obligaciones primarias, caen en falta frente a la sociedad.

Con el asunto de las viviendas donadas por los venezolanos, el Gobierno Dominicano le faltó a la sociedad. Y por censurable omisión falló en sus responsabilidades ante un gobierno con relaciones de amistad y comercio con la República Dominicana. Por consiguiente, le toca erigir las casas de quienes no fueron damnificados por las tormentas del fin del año anterior y en cambio ocuparon la mayor parte de las donadas a éstos. Porque de alguna manera las autoridades del gobierno central deben corregir lo que de todas maneras dejará huellas de incumplimientos, aunque no dañe las relaciones diplomáticas.

Esas viviendas no fueron ocupadas de la noche a la mañana. Algunos beneficiarios han dicho que resultaron ganadores en un sorteo organizado en la institución de servicio civil en que laboran. Otros han dicho que son empleados de funcionarios provinciales. En fin, que cada quien cuenta una historia que revela un dedicado empeño por violentar los deseos del donante. Y ese laborioso empeño no fue hecho bajo tierra. En consecuencia, llegó a muchos oídos de la misma forma en que lo supo el embajador venezolano.

¿Pudo evitarse el litigio del que somos testigos? ¡Evidentemente! Bastaba que, desde el instante en que los rumores comenzaron a circular, se salvaguardasen las viviendas construidas. ¿Cómo? ¡Con agentes del orden público y, en su defecto, con soldados! Puesto que esta previsión no fue asumida, toca al gobierno central construir seis edificios de doce departamentos cada uno. O doce edificios con seis departamentos cada uno. Si las matemáticas no me fallan, este número se corresponde con el de los que, sin ser afectados por Noél ni por Olga, se colaron en el reparto de las polémicas casas de Bonao.

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