Caudillismo, idolatría e intermediación

Caudillismo, idolatría e intermediación

No pocos pensadores relacionan la religión con el atraso socio-espiritual de los pueblos. Las religiones cristianas, tal como la han vivido muchas naciones, ha sido muy a menudo alienante. Alienarse o enajenarse significa hacerse extraño de sí mismo, de una cultura o realidad; hacerse uno mismo ajeno a sí, y propiedad de otro (enajenado mental: persona demente, que no es dueña de sí ni de sus actos).

Yahvé nunca se propuso hacer una religión. Lo que él le propuso a Abrahán fue un pacto y una relación personal. Cuando sacó los judíos de Egipto, les explicó que “los había liberado para que le sirvieran en calidad de príncipes y sacerdotes de su reino”. Pero el pueblo nunca quiso tratar con Dios directamente, y pidieron a Moisés que siguiera siendo su intermediario. No confiaron en las promesas de amor y salvación hechas por Yahvé a Abrahán, Moisés y otros.

La renuncia al trato personal y directo con Dios probablemente dio lugar a los “intermediarios”. Estos intermediarios, religiosos y políticos, se apropiaban luego del derecho y la función de recibir e interpretar revelaciones, hechos, decretos leyes y mandamientos. El pueblo, entonces, degeneró en acólitos, subalternos, de los intérpretes o mediadores, no de Dios ni del Estado. Esa forma de religiosidad y ciudadanía implica el abandono del rol/status de ciudadanos, y de príncipes y sacerdotes. En política se trata del abandono de la condición y derechos de ciudadano a manos de un caudillo o líder (carismático), que piensa y decide por las masas alienadas. Esa relación alienada es lo que produce al líder carismático, quien, a su vez, profundiza la alienación, ya sea en política o en religión. Se genera un “efecto fascinación”, de encantamiento; el individuo-pueblo se despersonaliza progresivamente, se enajena en manos del líder político o espiritual. Esto es más frecuente entre personas simples e iletradas, pero los “estudiados” no escapan a ello. (En torno a Carlos Marx se formó una especie de religión).

El líder racional, Yahvé, Jesucristo, propone un acuerdo racional en base a un fin (salvación y vida eterna), y unos medios (amor a Dios y al prójimo) que pueden ser discernidos y aceptados o no voluntariamente por el individuo. El líder carismático, caudillo o ídolo, contrariamente, suprime el pensamiento racional y lo sustituye por el temor, el encantamiento y la sugestión. El individuo-masa pierde la capacidad de asociar racionalmente medios y fines.

La conducta inmadura, irresponsable, temerosa y desconfiada tipifica tanto al ciudadano como al creyente alienado. La dependencia de líderes carismáticos, políticos o religiosos (la mayoría de los curas y pastores, de hechiceros y chamanes, tienden a serlo aún sin proponérselo), quienes asumen la dirección del pueblo, lo distancian de Dios y del Estado.

El mensaje mediado suele ser deformado, tanto por los intermediarios como por los sujetos-receptores, quienes aprenden a manipular y negociar con los intermediarios (incluidos santos, vírgenes, espíritus y deidades; caciques, activistas y caudillos), para apropiarse de la cosa religiosa (la Fe) o de la cosa pública (el Estado). Sustituyendo a Dios por ídolos.

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