CECILIA GARCÍA, MÁS ALLÁ DEL ARCOÍRIS

CECILIA GARCÍA,  MÁS ALLÁ DEL ARCOÍRIS

Al final del arcoíris” presentada en el Teatro Nacional, es una comedia musical dramática, intensa, escrita por Peter Quilter, en la que narra el ocaso de una artista símbolo de una época: Judy Garland. El argumento, divertido por momentos, nos cuenta los últimos meses de la actriz y su vuelta a los escenarios en Londres, pero sobre todo, la historia encierra un drama existencial en el que la actriz se debate víctima de la adicción, y presa de una pena mayor: la soledad.
Su regreso pretende acallar las críticas negativas de que ha sido objeto, pero su ‘manager’ –Mickey Deans– confiado en su postrer triunfo, ha conformado un equipo, en el que el pianista acompañante –Anthony– un personaje –gay– entrañable, se convierte en confidente y apoyo de la actriz.
La puesta en escena asumida por el talentoso y experimentado director Carlos Espinal, sitúa la acción en correspondencia con el texto, dentro de un espacio escenográfico significativo, signo de la realidad representada, una suite de hotel específicamente el Ritz, en el que prima el buen gusto, pero al mismo tiempo es un espacio funcional, que permite recrear otros espacios, estupendo trabajo de la escenógrafa Ángela Bernal.
A la hermosa suite, aunque no es del todo de su agrado, llega la actriz. Cecilia García se convierte en Judy Garland, su actuación indecible es un verdadero arcoíris de matices interpretativos, pasando de la comicidad y la ironía, a momentos de profundo dramatismo en sus soliloquios. Los diálogos con Mickey Deans, entre sarcasmos e hilaridad, van mostrando la ambigüedad de este personaje, que lucha además por apartarla de la adicción; la actuación del actor Mario Arturo es creíble, logra distancia y acercamiento con propiedad, en una muestra de talento y creatividad actoral.
“Anthony”, el pianista, es un personaje entrañable, perfectamente asumido por José Lora con naturalidad y sensibilidad, a lo que adiciona una gestualidad idónea, sin caer en estereotipias propias de las características de su condición. Hay una empatía visceral entre Lora y Cecilia; “Anthony” profesa verdadero cariño y respeto por su admirada Judy, y siente la necesidad de protegerla. Los diálogos entre ellos propician el clima para las transiciones y una comunicación con el público que recibe las tensiones de cada momento.
Entre escenas, donde Cecilia García se señorea como la diva representada y la que es, con un simple cambio escenográfico se coloca en su hábitat natural: un escenario en el que se transforma, y en compañía del pianista y una pequeña orquesta, canta bellísimas canciones, clásicos populares del repertorio norteamericano con las que cautiva, dejando escuchar su voz hermosa, afinada, perfectamente proyectada, en otra faceta de su genial versatilidad. La orquesta dirigida por Gustavo Adolfo Rodríguez, brinda el acompañamiento perfecto.
En esta cuidada puesta en escena el ritmo de la acción no decae, y todo elemento es un signo referente, un simple baúl se convierte en un camerino; pero hay un énfasis especial, parte consustancial de la narración, y es la luz, que brilla y languidece acentuando momentos, cónsonos al estado emocional del personaje. Este efecto esencial en todo espectáculo es logrado plenamente por la reconocida luminotécnica: Lillyanna Díaz.
El uso de videos es un recurso válido que nos ambienta, con sus imágenes de la ciudad de Londres. La entrevista con el incisivo entrevistador resulta fascinante, no obstante el declive evidente de la actriz. José Roberto Díaz, en su breve intervención, resulta muy convincente.
Pero el tiempo, la adicción, la soledad, no obstante haber contraído matrimonio con su manager, van sumiendo a la actriz en una total melancolía, en una añoranza permanente, y justo entonces, Cecilia García produce el momento más sublime y de mayor dramatismo, cuando ya postrada, interpreta la famosísima canción “Somewhere Over the Rainbow”. “En algún lugar sobre el arcoíris, allá en lo más alto están los sueños que has soñado”. Cecilia García conmueve, y se coloca más allá del arcoíris.

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