Centenario de Auguste Rodin: vitalidad de la memoria

Centenario de Auguste Rodin: vitalidad de la memoria

Aunque Auguste Rodin recibió en vida un inmenso reconocimiento y altos honores oficiales, su escultura no dejó de suscitar polémicas casi hasta el final. Nuevamente, vale compararlo con Pablo Picasso.
Lo que también impresiona es la enorme cantidad de obras escultóricas que Rodin realizó, incluyendo distintas versiones en materiales y tamaños de un mismo original. De hecho, él tenía a decenas de personas que trabajaban con él y para él, técnicos y asistentes, algunos siendo artistas renombrados. Ahora bien, el importante concepto inicial y el último toque siempre eran suyos, asimismo la aprobación final.
En cuanto a las plazos que los encargos oficiales le requerían, no siempre los pudo respetar; así, “la Puerta del Infierno” –jamás acabada–, o la versión monumental de “El Beso” (Le Baiser) para la Exposición Universal del 1889. En la última década del siglo XIX, Auguste Rodin ya es un escultor famoso a quien buscan tanto el Estado como los coleccionistas privados, para retratos y/u obras portadoras de sentimiento y emoción.
Decía el artista: “El arte solo comienza con la vida interior. ¡Que formas y colores traduzcan sentimientos!”
Período de gloria. Si hubo una profesión de fe desde “la vida interior”, fue en la poesía, “Las flores del mal” de Charles Baudelaire, y Auguste Rodin ilustró, entusiasmado, esta joya de la introspección y el lirismo. Parte de su consagración venía de su libertad y de su dedicación a lo sublime… Otro homenaje a un poeta y gigante de las letras fue el busto que hizo de Víctor Hugo.
Condecoraciones y autoridad creciente en sociedades de arte no moderan el ritmo creativo. Aparte del formidable Balzac, a cuya desventura del rechazo ya nos referimos, se multiplican los compromisos monumentales, y, en la magna Exposición Universal de 1900, Auguste Rodin junta, en retrospectiva, esculturas, dibujos… y fotos testimoniales de sus talleres.
El asombroso ritmo de la producción continuó prácticamente hasta la enfermedad del artista en 1916. Pero son las esculturas en mármol las que más definen este período, además de los encargos oficiales.
Rodin y el mármol. El mármol siempre fue considerado como el material más noble y preciado en la tradición escultórica.
Auguste Rodin lo trabajaba de manera excepcional: sus esculturas en mármol blanco son incomparables, alcanzando una casi transparencia. Decía el poeta Rainer María Rilke que su “último y más ligero contorno parecía el aire en vibración”. La obra, vuelta sobrenatural, expresaba luz, exterior e interior –la misma, requerida por su autor en el tratamiento de la materia–.
Por cierto, Auguste Rodin exigía un cuidado extremo en la iluminación de las piezas, hasta en sus fotografías… Esta exigencia la mantuvo la colocación de las obras en el Museo Rodin que, en dos sedes, es un verdadero santuario de la escultura.

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