Cervantes, Nombre de autor del Quijote esperó 21 años para volver

Cervantes, Nombre de autor del Quijote esperó 21 años para volver

POR ÁNGELA PEÑA
El nombre del celebrado autor de Don Quijote de la Mancha fue borrado del mapa de la ciudad de Santo Domingo durante veintiún años, y aunque en 1916 se llamó Cervantes a una  calle del entonces apartado ensanche Calero, no fue sino hasta marzo de 1962, ajusticiado Trujillo, cuando se restituyó la denominación a la más conocida de las vías del Distrito que rinde homenaje al glorioso “Manco de Lepanto”: la ubicada en el ensanche La Primavera, que muchos confunden con Gascue.

Fue el propio tirano quien ordenó al Consejo Administrativo, el veintiséis de marzo de 1940, que la Cervantes fuera designada Presidente Peynado para reconocer al que había sido uno de sus más estrechos colaboradores, amigo entrañable, tan merecedor de su absoluta confianza que lo colocó como Jefe de Estado en tres ocasiones. Cuando Jacinto B. Peynado falleció, el siete de marzo de 1940, ostentaba la Primera Magistratura del Estado aunque los historiadores le han calificado como un gobernante “postizo”, “gomígrafo”, “títere”.

Trujillo, sin embargo, recomendó a través de la ordenanza Número Diez ese tributo, considerando que, en vida, Jacinto B. Peynado, alias Mozo, se había distinguido “como honrado servidor de la República, defensor con entereza de la dignidad nacional en duras horas de prueba para el patriotismo, gobernante probo y justo, brillante profesor de nuestra Universidad y destacado jurisconsulto y hombre de letras y, sobre todo, ejemplo de irreprochable fidelidad política”, como se recogía en la resolución para justificar el nombre de la calle, que firmaban Virgilio Álvarez Pina y Wenceslao Troncoso, presidente y secretario, respectivamente, del Ayuntamiento.

Pero Jacinto B. Peynado no tuvo la misma suerte de otros connotados trujillistas que permanecen en el recuerdo por el premio de una calle en su honor. El dos de marzo de 1962 se eliminó ese nombre para siempre a la que entonces era hermosa y transitada avenida, y Cervantes recuperó el arrebatado tributo.

“La actual calle Presidente Peynado se denominará en lo adelante Avenida Cervantes, según acordó el Ayuntamiento del Distrito Nacional en su sesión ordinaria celebrada anteanoche”, anunciaba El Caribe de esa fecha. En dos ocasiones había editorializado abogando por la sustitución, que acogía, a su vez, una petición de un grupo de moradores de la vía, según la reseña.

Los solicitantes alegaban que “el Presidente Peynado no hizo, para obtener este galardón, otra cosa que mantener hasta su muerte una íntima asociación con el tirano que durante 32 años nos martirizó moral y materialmente”.

Jacinto B. Peynado ha sido tratado casi con benevolencia por analistas del trujillato que han publicado sus libros después del tiranicidio, a pesar de que ninguno oculta la incondicionalidad de su adhesión a la dictadura que “lo arrastro a la realización de actos de servilismo ridículos”, según apunta Joaquín Balaguer.

Él fue el autor de la frase “Dios y Trujillo”, que tenía colocada en un letrero lumínico en el techo de su residencia, afirma el ex mandatario. Por otro lado, cuando murió José Trujillo Valdez, el padre del dictador, en julio de 1935, Peynado dijo en la oración fúnebre en la Catedral de Santo Domingo que el histórico templo no había “recibido jamás en sus sagradas entrañas despojos más nobles que los suyos”. Estas palabras se producían cuando aún descansaban en la Capilla de los Inmortales deL histórico templo los restos de los Padres de la Patria.

Fue en la casa de Peynado donde casaron Trujillo y María de los Ángeles Martínez Alba, en septiembre de 1935, en momentos en que don Mozo ocupaba la vicepresidencia de la República. Doña Mercedes Soler (Cusa) su esposa, era tenida como la mejor amiga de la desposada desde mucho antes de la boda.

Al ser juramentado como Presidente, el 16 de agosto de 1938, Jacinto B. Peynado (Mozo) se refirió a Trujillo en su discurso de toma de posesión como “Caballero de la Divina Orden del Genio, cuyas insignias sólo Dios concede”. En su libro Trujillo, La trágica aventura del poder personal, Robert D. Crasweller define a Peynado como un hombre “de aspecto distinguido, de baja estatura y cara rechoncha, tenía maneras correctas y graves y su bigote hubiera hecho honor a cualquier diplomático de carrera”.

Cuenta que cuando el Generalísimo le permitió pronunciar su discurso inaugural como Presidente, su palabra quedó eclipsada pues mientras él hablaba, Trujillo se levantó y dejó la sala de manera ostensible. “El auditorio se puso de pie con atronadores aplausos, y la banda de música rompió en acordes marciales, en tanto la voz de Peynado, que en la plataforma de los oradores seguía leyendo su discurso, era ahogada por el estruendo”. En un decreto inmediato, añade, “otorgó a Trujillo todos los privilegios del presidente de la República. Otro decreto concedió a doña María y a la madre del tirano, doña Julia, honores iguales a los conferidos a la Primera Dama”.

Mozo, prosigue, “se complacía en la holganza y en la compañía de los amigos, el poder significaba poco para él: prefería mucho más que le llevaran su mecedora a la plaza para disfrutar allí, al anochecer, de unas horas de conversación con viejos camaradas, a estar sentado entre su mesa de despacho revisando aburridos documentos oficiales”.

El ex “Presidente”, que ocupó cargos de importancia en gobiernos anteriores y que estuvo apoyando la candidatura presidencial de su hermano, Francisco J. Peynado, en 1924, nació en Santo Domingo el 15 de febrero de 1878, hijo de Jacinto Peynado y Manuela de Peynado. Adolescente, fue maestro normal y luego estudió leyes graduándose de licenciado en Derecho en 1899. Fue catedrático de Derecho Civil, poeta, declamador, admirador de Rubén Darío. “Haciendo honor a su formación hostosiana, promulgó las leyes de Habeas Corpus y la Ley de Prensa”. Con su esposa Mercedes procreó ocho hijos: José Bienvenido, Mercedes, Cristiana, Mireya, Enrique, Dinorah, Musseta y Augusta, según la reseña de su muerte, ocurrida el jueves siete de marzo de 1940.

Cervantes

Poco queda por decir de la vida de Miguel de Cervantes Saavedra, cuya biografía se popularizó más en 2004 cuando su obra más conocida, Don Quijote de la Mancha, cumplió cuatro siglos de publicación.

De noble cuna, “aunque de pobre familia”, nació el siete de octubre de 1547 en Alcalá de Henares, España, cuarto de los hijos de Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Algunos suponen que debió nacer el 29 de Septiembre, día de San Miguel.

Estudió en Sevilla y en Madrid. Fue soldado que participó en la batalla de Lepanto donde se convirtió en un héroe que perdió el uso de la mano izquierda. Capturado por los turcos, estuvo cautivo cinco años.

Escribió varias comedias y dramas, incluyendo La Galatea, una novela pastoril. Su primer poema fue un soneto a la infanta Catalina Micaela. Usó muchas de sus experiencias en su libro más leído, Don Quijote de la Mancha, publicado en 1604. Es renombrado como el mejor autor español y uno de los mejores del mundo y su obra cumbre es considerada la mejor novela mundial. Cervantes murió el 23 de abril de 1616,

La calle

Hay dos calles Cervantes, una en Calero, Pueblo Nuevo, cercana a Villa Duarte, y la más conocida es la del ensanche La Primavera que se extiende de Norte a Sur desde la avenida Independencia hasta la avenida Bolívar.

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