Charles Aznavour en toda su dimensión

Charles Aznavour  en toda su dimensión

Ha sido durante más de 70 años un talento con una dimensión artística expresada en múltiples registros escénicos pues también supo interpretar papeles inolvidables tanto en el cine, como en el teatro. Con su tamaño y un físico difícil, con una voz caracterizada en sus principios como inaudible, Aznavour tuvo por primer desafio el arte de atraer a su público y de saber moverse en los ambientes del encuentro. Manifestaba una fuerza desbordante en las interpretaciones tanto vocales como físicas, y tuvo el atrevimiento de buscarse un destino propio empezando a cantar para los exiliados de la post guerra y meterse en un mundo muy parisino, del espectáculo donde la música y el teatro se mezclan, pero vale aclarar que fue su encuentro con Edith Piaf que determinó para siempre su carrera.

En muchos conciertos de Edith Piaf, él aparecía en primera parte siguiendo los pasos al gorrión de Paris. A finales de los años cuarenta cuando regresa a Francia después de una estadía en Estados Unidos y en Canadá, Aznavour escribe para las grandes figuras del cancionero parisino, como Maurice Chevalier, Mistinguett, Patachou y será con la musa del escenario jazz, de la post guerra que en 1952, compone “Je vais les dimanches”, “Odio los domingos” en español, que interpretada por Juliette Gréco, obtendrá el premio Sacem.
Después de confirmarse con gran éxito como autor – compositor, entrará como intérprete de sus canciones en el Olympia de París en 1954, no es que tuviera gran éxito, pero el público reconoce en él, una personalidad y un temperamento artístico, difícil de ubicar y de definir, lo que suscita interés, curiosidad, asombro, lo que va construyendo su éxito.
Aznavour intenta todo para ser reconocido, se implica y destaca como actor en el cine dirigido por FrancoisTruffaut, quien le dio el papel principal en la película “Tirez sur le pianiste”, de 1960, a partir de esos años entre giras y rodajes se abre el éxito a nivel internacional. Estados Unidos le abrirá el prestigioso Carnegie Hall de New York.
Definitivamente, el público reconoce su gracia, su garbo, su hombría, su capacidad de conmover y conectarse con los sentimientos y las pasiones de aquellos años a partir de canciones como “La Boheme” que todavía hoy es cantada en más de 42 lenguas. El éxito lo convierte en referente del mundo con temas “Que triste es Venecia” “Morir de Amor” y “La mamma”
Se fue a los 94 años, dejándonos las más bellas canciones de amor que se escribieron en lengua francesa entre los años 60 y los años 90, la música era su fuerte, la lengua francesa también. Este hijo de exiliados armenios amó Francia con sentimiento de agradecimiento y admiración, por haber recibido ese espacio de libertad que sus padres buscaban, pero su historia viene de una familia con sentimientos artísticos profundos, que él heredó, su padre, su madre cantaban y bailaban en todas las fiestas familiares y él disfrutó durante su adolescencia de mucha complicidad familiar.
Le costó 20 años imponerse como uno de los más grandes, supo luchar para dar a respetar su estilo, su sensibilidad con una gran determinación en el control de su destino ciudadano, pero también artístico. Sus padres exiliados llegaron a Paris, con la esperanza de emigrar a Estados Unidos, eso no pudo ser posible y la familia se desarrolló en el barrio latino, dueños de un restaurante que recibía muchos artistas bohemios, emigrantes, donde poco a poco se iban creando conexiones que confirmaban la opción de Aznavour, ser un francés-armenio.
Recordamos su concierto en el Olympia de Paris, en 1978 de ahí surgió un álbum discográfico, que va a inspirar grandes estrellas como Ray Charles, quien cantará “La Mamma” pero hay que recordar que él tuvo siempre una conexión, con Estados Unidos, pues a partir de 1970 su carrera le llevará entre Francia y California.
La juventud adhiere al fenómeno Aznavour, en 1971, cuando escribió una de sus más hermosas canciones, “Morir de amor», que es el tema emblemático de una película que lleva el mismo título y que le va a permitir también enlazarse con voces, internacionales como Liza Minnelli, pues con ella, amiga de siempre que conoció durante su primer viaje a Nueva York, llevará una serie de conciertos en Francia y en América.
Con La Minnelli, Aznavour se vuelve a identificar con el ambiente escénico del cabaret y recordamos esas dos voces interpretando “New York, New York” teniendo ya Aznavour ochenta años. Nunca detuvo su carrera y nunca manifestó interrupciones, se pasó la vida viajando a Japón, a toda Asia y aportando siempre a las nuevas generaciones la fuerza de un talento inagotable.
Y lo que nos parece digno de una gran admiración es como durante estos últimos 20 años de su vida, se entregó al reconocimiento y al desarrollo de Armenia, tierra originaria de su familia, últimamente se dedicó a ser embajador honorífico de Armenia para buscar fondos internacionales, apoyo, solidaridad y defender la libertad en esa tierra que fue injustamente maltratada por la historia, con un doloroso genocidio que todos recordamos como sombra de la historia universal.

Aznavour escribió para todos y para todas las generaciones porque su duende era la canción y su pasión el escenario. Se fue con 94 años de edad trabajando hasta el último momento pues en 2015 recibió el NRJ MusicAward de Honor, en el 2017 se puso su nombre en el celebre Wall of Fame de Hollywood, año en el que con 92 años dio un concierto en el emblemático Bercy de Paris. Hasta el último momento este cantante, actor, compositor, dramaturgo y poeta dio todo, Francia le saludó con un homenaje nacional en una ceremonia en la Basílica de los Inválidos. En el encuentro público de sus funerales, circularon rockeros, jazzistas, músicos, y compositores de todos lo géneros y de todas las expresiones vocales porque con Aznavour el mundo se despide de un tremendo ciudadano que fue más allá de las ideologías y que construyó su carrera con conciencia y trabajo en el oficio.

Fue grande porque supo vencer la dificultad, porque entendió muy pronto que el arte escénico está en la emoción que un cuerpo y una voz sepan transmitir a una multitud. Él tuvo esa gracia, él tuvo las canciones que nos llegaron a todos y a nosotros nos quedan todas para cantarlas y un sueño para la memoria: Aznavour

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