Chicharrón de Villa Mella Entre la vida la muerte

Chicharrón de Villa Mella Entre la vida la muerte

Con el paso implacable del tiempo han fallecido los ancianos pioneros que dedicaron toda una vida a vender chicharrones en la comunidad de Villa Mella, provincia Santo Domingo Norte, pero por diversas razones sus descendientes no han seguido las tradiciones familiares de preparar y comercializar este popular alimento que todavía se cocina con leña, bajo intenso fuego, en los patios de viviendas de decenas de familias que vivían de esa actividad.
Los más diestros chicharroneros de la comunidad murieron. La gente recuerda a “Brazobán”, “Minín”, “Máximo”, “Polinai”, “Ñingo”. “Hilario”, “Tuco”. “Vichino”, “Nana”, “Justo”, “Limpae”, entre otros. Muchos no sabían sus nombres de pila, pero sí los apodos. Para esa época, hace ya muchos años, los negocios no usaban nombres comerciales. Simplemente se colocaba el alimento en una bandeja y un pariente, regularmente un joven de poca edad, espantaba las molestosas moscas con una penca de coco. En adición al chicharrón, los clientes también degustaban entresijo, morcilla, tripitas, bofe, asadura y orejita. Todo un banquete. Esa época dorada pasó a la historia.
El Chicharrón de Villa Mella se hizo popular y famoso. Esta comunidad era conocida a principios de la década de los años 1880 como “La Sabana del Espíritu Santo”. El Chicharrón es parte de la cultura de Villa Mella, como lo es la Cofradía de Los Congos, Fiesta del Espíritu Santo y Fiesta del Rosario. Esta populosa comunidad de la provincia Santo Domingo Norte es una de las más antiguas del país y se remonta a las devastaciones de Osorio, gobernador de La Española entre 1605 y 1606.
Durante años este municipio se convirtió en la meca de este alimento, que mantuvo precios relativamente baratos hasta que la inflación inició un acelerado proceso en perjuicio de familias dominicanas de bajos ingresos. Si se comparan los precios de antes y ahora, es notable la diferencia. Antes, cuando “Cuca bailaba” y los perros se amarraban en el patio con longaniza, una familia cenaba con 50 centavos de chicharrones combinada con otras variedades de frituras. Actualmente la libra de este alimento cuesta entre RD$250 y RD$280 pesos, dependiendo el sector donde el cliente lo compre.
“Dios se llevó a los viejos” Andrés De La Cruz es empleado del puesto de la “fritura Dedé”, ubicada en la avenida Hermanas Mirabal del Municipio de Villa Mella. El propietario del negocio está de viaje, pero dejó a su hombre de confianza al frente del negocio. Es una de las pocas frituras donde se comercializa chicharrón al módico precio de RD$250 pesos la libra.
¿Qué ocurre con la venta de chicharrón, que a medida que el tiempo avanza, se torna más caro y escaso? Andrés no titubea al responder la interrogante: “Los viejos que bregaban con esto han muerto casi todos, y sus familiares vendieron las casas y se fueron de Villa Mella. Otros quebraron y se fueron a viajar para otros países”.
Andrés añora la época en que una libra de chicharrón costa 45 pesos. Eran buenos tiempos, “porque los cuartos valían, no como ahora, que es difícil picar el peso”. Pero de esa etapa de la historia de Villa Mella sólo quedan los recuerdos.
Minerva Jiménez, propietaria del puesto de expendio “Los Compadres”, ubicado en la céntrica vía de la comunidad, reconoce que “los viejos hacen falta”, pero la vida no se detiene. Ella sigue firme al frente del negocio familiar. Ha procreado cuatro hijos y mantiene viva la confianza de que la situación económica cambiará. “Para gente como nosotros, que trabaja día y noche, las cosas están malas, pero para muchos funcionarios del gobierno, que andan en jeepetas y tienen cuartos que no encuentran qué hacer, la situación es diferente. Yo me gano la vida, el pan de mi familia, trabajando honradamente”.
Joel Jiménez, uno de los contados jóvenes que vende chicharrones en Villa Mella, afirma que “no pasan de diez” los negocios de expendio de este popular alimento. “Yo seguiré en el negocio porque es una manera honrada de ganarme la vida. El gobierno, el síndico de aquí, los funcionarios deben ayudar a las personas para que Villa Mella brille otra vez, y se organicen ferias de chicharrones, como se hacía antes, para que la tradición no muera”.
En “El Manguito”, uno de los negocios más viejos de la comunidad, trabaja Víctor Magallanes, quien asegura que tiene 40 años dedicado a esta actividad, “sin mancar un día”, para mantener a su familia.
Víctor, igual que otras personas que viven de este negocio, tenía crédito en el legendario “matadero Mañón”, aún activo. “Cuando comencé a vender chicharrones, se vendía mucho. Yo cogía “fiao”, preparaba el producto y lo vendía en la calle, por toda la capital”.
Pero el costo de los alimentos disparó el precio de la carne de cerdo y, obviamente, el chicharrón. “Eso me perjudicó el negocio. La venta se ha caído. Yo camino por los barrios de la capital, cerca de negocios donde la gente bebe ron y cervezas. En esos lugares vendo, pero no es como antes. Gracias a Dios mantengo mi familia, aunque siempre tengo miedo de andar con un par de pesos porque los ladrones andan sueltos en las calles. Hace tiempo me asaltaron y me robaron RD$400 pesos que tenía oculto en un bolsillo del pantalón”.
“Ahora ando más espantado que una guinea tuerta. Vendo chicharrones cerca de tiendas, de galleras y negocios donde hay mucha gente bebiendo y gozando. De este trabajo he vivido siempre y voy a morir siendo un hombre serio.

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