CIELO NARANJA
Los 12 de la dominicanidad en Nueva York

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Cierto país dominicano que quisimos y perdimos está todavía en Nueva York: el de los chivos sin huesos y sin la sensación de estafa, el del cibaeño “atravesao” de los mellizos Araque, el de algunos dulces de leche que la memoria atesora con la misma intensidad con que el inventor del bombillo se azoraba con su primer bombillo.

De esa dominicanidad extra-insular, que delira con una tierrita donde sea y por un chapuzón en cualquier playa que sea, ya tenemos voces resonantes. Ahora tenemos colores, formas. Es un colectivo de artistas que se llama “Dominican York Proyecto Gráfica”. Son como los apóstoles: doce. Vienen de innumerables esquinas y cada quien levanta un andamio de ese edificio interminable, con más ciudades que las invisibles de Calvino, que se llama “dominicanidad”.

Mientras en la Isla el pensarse a-sí-mismo se ha esclerosado, con un afán industrial por remachar héroes y fechas, en Nueva York la cuestión adquiere un carácter más sajón. Se es pragmático. También se es latino: se celebra, se canta, luis-terror-diurnamente, “a ver si acabamos con este 27 de febrero”.

Estos doce artistas exploran a partir de la gráfica los sentidos insulares de la dominicanidad redimensionada en aquél “norte revuelto y brutal” que ya no nos desprecia tanto, como en los tiempos de Martí, pero que todavía nos considera algo “raro”.

Algunos andan en onda pop. Chiqui Mendoza concibe a Manhattan como una gran manzana. Miguel Luciano parte del pasaporte como la más común de nuestras máquinas de rostridad. Carlos Almonte nos devuelve a ese mundo del comic de Cachafú, ahora más fino, con las torres del Central Park al fondo. Pepe Coronado, uno de los fundadores del grupo, nos devuelve a la poética de Pedro Mir y su “Portaviones Intrepid”. Iliana Emilia García “arlequiniza” una caja de limpiabotas que bien podría ser alguna pesadilla Bauhaus.

Luanda Lozana nos remite a unos verdes marinos y una corporalidad clásica. Moses Ros-Suárez potencia fantasmas de Klee y nos lanza de un sopetón en espacio-parque-de-juegos. La ciudad y sus aves es el tema de René de los Santos, en la estela de Masereel, pero más relajado. Reynaldo García Pantaleón continúa con unas abstracciones que nos recuerdan la frescura de la madera, el ser-madera dentro  de la jungla de líneas y rayas.

Sherezade García hay recuerdos y todavía presentes eternos, como el de los barquitos, los viajes ilegales, y aquél viejo proyecto de suministrarles salvavidas a nuestros fieros navegantes rumbo a Mayaguez. Rider Ureña nos adentra en un espacio de amplias sonoridades, como si estuviésemos en cierto fondo marino y el mundo de repente se virara. Alex Guerrero nos invita a sus ciudades yuxtapuestas, un proyecto que comenzó en la Praga de los ochenta con una inmensa palma planeando sobre Nueva York y el rejuego presentado ahora en mundos yuxtapuestos, donde una hamaca sería el mejor complemento del primer skyline que me cruce por ahí.

La exposición “Manifestaciones”, presentada en el CUNY en octubre del 2010, sacó a flote esa dominicanidad “tan rara”, a los doce artistas del “Dominican York Proyecto Gráfica” sean dadas las gracias.

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