Hoy es un día para recordar la historia de la industria azucarera. La segunda etapa se inicia en San Pedro de Macorís, con la siembra y cosecha de la caña en 1867, y siete años después, los señores Manuel A. Richier, Wenceslao Cestero, Manuel Urraca y Guadalupe González, extraen el jugo para producir y vender cientos de quintales de azúcar en Santo Domingo.
Nadie conoce el destino de la cosecha, la primera siembra de caña en la América Española tiene lugar en La Isabela en 1493, inmediatamente después que Cristóbal Colón regresa con los esquejes en su segundo viaje a España, el 27 de noviembre. Así se inicia la primera etapa de la industria.
Para la provincia, la zafra que empieza hoy lunes es la 149 y 133 para el ingenio Cristóbal Colón, el único sobreviviente de los que surgieron con incentivos otorgados por el Gobierno de Ignacio María González en 1874, y que otros gobiernos mantuvieron. Picadores y zafreros del corte y tiro de la caña fueron convocados para hoy en los terrenos de El Guano y El Peñón, donde los señores Juan Fernández de Castro y Emilio L. de la Mola lo instalaron en 1883.
Sale de la lista de trapiches y pasa a la de central, cuando del guarapo se extrae un mayor porcentaje de sacarosa, y separa la agricultura cañera de la economía industrial. Es decir, cuando hace fuertes inversiones. Transformación que se inicia aun en manos de sus dueños originales, la sociedad Castro-Mola, continúa en 1893 cuando es propiedad de las hermanas Nariños, y se consolida cuando pasa al Grupo Vicini en los primeros años del siglo XX, que aun conservan. El señor Felipe A. Vicini fue el primer presidente del Consejo de Administración, teniendo como secretario al señor Juan Bautista Vicini Burgos.
De su capitalización habla el balance contable, casi se duplica en ocho años, de $688,739 dólares en 1922 a $1,317,441 dólares en 1930, no obstante la fuerte competencia de la industria cubana, que mucho antes de finalizar el siglo XIX, había incorporado la producción en masa. Facilitado por el hecho de que los grandes ingenios eran propiedad de refinadores estadounidenses.
La del Cristóbal Colón es una historia que se niega a tener un final. Sobrevivió la competencia cubana, la etapa de precios bajos del dulce y la política discriminatoria de los Estados Unidos desde 1875, que hicieron quebrar trapiches, ingenios y fincas de empresarios con poco capital, antes de iniciarse el nuevo siglo.
Mientras el azúcar de Cuba y de territorios ultramar (Hawaii, Filipinas y Puerto Rico) en los Estados Unidos no pagaba impuesto o la tasa era reducida, la de República Dominicana debía pagar un arancel de 1.65 centavos la libra, muy alto considerando que rara vez se vendía a 3 centavos la libra.
El arancel Dingley se mantuvo vigente desde 1897 hasta 1914, cuando lo sustituye el arancel Underwood de 1.256 centavos la libra. Discriminación que el presidente Roosevelt en parte aligera con el sistema de cuota en 1934, porque aumentó el arancel a 1.875 la libra.
En su historia, el ingenio Colón, que superó la estatización de Trujillo, ha demostrado que con capital y gerencia la industria puede seguir creando empleos productivos.