Cinco poetas esenciales

Cinco poetas esenciales

Encontramos cinco poetas que podríamos estudiar y lograr una cierta uniformidad de criterios en cuanto a la trascendencia de su poesía

Agotado el arco vital de los poetas de la Poesía Sorprendida y de la Generación del Cuarenta y Ocho, queremos fijarnos en la poesía posterior. Encontramos cinco poetas que podríamos estudiar y lograr una cierta uniformidad de criterios en cuanto a la trascendencia de su poesía.

Estos son los mejores poetas de la posdictadura. Vinieron al mundo luego de la Segunda Guerra Mundial y han estado más cercanos a los movimientos por la democracia, la Guerra de Abril y los Doce Años de Joaquín Balaguer. El mundo que los ha visto crecer ha cambiado en cuanto a la comunicación de masa, la cultura popular, las guerrillas de Castro, las luchas políticas en un mundo dividido en dos grandes ideologías.

Tienen en común una búsqueda poética que retoma a otros actores en el escenario literario. La poesía española, la poesía francesa, la gran poesía latinoamericana: Vallejo, Borges, Neruda y Lezama. Las preocupaciones de estos escritores van desde los temas sociales, filosóficos, estéticos.

Además, debemos tomar en cuenta que estos bardos, muchos de ellos académicos, han realizado una dilatada obra poética por más de cuatro décadas que se resume en un corpus sustancial de prácticas literarias. Lo que los hace en su conjunto autores de una larga trayectoria.

También quiero agregar, a los criterios de selección, el alejamiento canónico que estos autores presentan. No han sido siempre reconocidos por los lectores y tampoco están determinados por el canon político, pues su obra no puede ser reducida a las estrategias políticas del momento, ni a los grandes temas de la patria. Es decir, están alejados de la poesía que busca el escenario, el ágora, o que puede ser recuperada por alguna ideología en boga en el país.

Al llegar a este punto, la poesía se ha despojado de una serie de elementos reductores, que actúan de esta forma en la consideración de su poeticidad; pero que muy bien han ayudado al canon a fijar la relación entre mundo y creación, como entre lectura y sociedad.

Empezaré esta lista con León David (1945), su obra poética comienza a ser publicada a finales de los setenta, el poeta nacido en La Habana, Cuba, siguió un itinerario académico en Francia, España y Venezuela. Regresa definitivamente al país en los ochenta, y aunque aparece en la fundación del suplemento Aquí, no participa estéticamente de los postulados del Frente Cultural que inicia la poesía comprometida. Más bien tiende hacia la poesía por sí misma, entra en una corriente esteticista, en la que el arte, la poesía, se encuentra por encima de los elementos sociales. Con lo que se distancia de la poesía de su tiempo y lo encontramos en los cambios que da la poesía en la década de los setenta.

Por muchas razones, el canon imperante lo ha rechazado. Como suele ocurrir a los escritores que van a contracorriente. La poesía de León David retoma temas como el del amor, forma como la décima, el soneto, la poesía libre y el verso blanco.

Nacido en 1948, José Enrique García, por su parte, es un creador singular en la poesía dominicana. Ya en 1977 me llamó poderosamente la atención el cambio que le daba a la poesía de entonces. No son los suyos los temas sociales, ideológicos; es su poesía la de un verso hermoso, sosegado, que se mese entre el relampaguear metafórico y la prosa. Es un decir sin estridencias, que busca a los clásicos de la poesía sorprendida, a la poesía simbólica. Su mejor logro está en El fabulador, pero no he encontrado en su abundante bibliografía ningún poema que no esté a la altura. La poesía de José Enrique García tiene un solo registro.

Debo agregar su formación en la Complutense, donde escribió uno de los mejores estudios textuales sobre la poesía dominicana, La palabra en su asiento (2004), y que también es un narrador destacado por su novela “Una vez un hombre” (Alfaguara) y por varias recopilaciones de cuentos, entre los que encontramos una colección de cuentos para niños. Así que José Enrique García es poeta, ensayista y narrador y en todos estos campos ha sobresalido por un trabajo cuidadoso del lenguaje, de la prosa, que es poética, y por su poesía, que colinda el verso con la prosa.

El tercer escritor es Alexis Gómez Rosa (1950), una figura no tan solitaria como las anteriores. Ha gozado de una gran estima de los lectores y de los poetas; por lo que su entrada al canon la tiene ganada por varias vías. Es dueño de una poesía muy singular que está pasada en el lenguaje. Aunque viene del grupo de Posguerra, su trabajo se aleja del compromiso social y se enclava, como los precedentes, en la poesía por sí misma. En un momento entra en el experimentalismo de manos de Manuel Rueda y publica poesía pluralista de grandes logros dentro de esa forma neovanguardista.

Cuando salió del país, fue profesor en Nueva York, su poesía encuentra los contextos dejados por los sorprendidos: el simbolismo, el esteticismo, lo neobarroco. Es Alexis Gómez un poeta a carta cabal; contrario a David y a García, no se ha dedicado más que a la poesía, con pocas estaciones en el campo de la prosa.

Tony Raful (1952) es un caso muy especial en la poesía dominicana. Muy joven publicó “La poesía y el tiempo” (1972) y los avatares de la posguerra lo llevan a comulgar con una estética comprometida. Ya en la década del setenta hace su trabajo entre la política y la literatura. Contrario a lo que podría pensarse, creo que la actividad política no ha obnubilado los logros de este importante poeta. Luego de la poesía social y a veces celebratoria e ideológica, Raful tomó la poesía de forma muy seria, y en los ochenta cambia su manera de escribir hacia una búsqueda de la poesía como poema total, siguiendo a los grandes líricos dominicanos y estableciendo una relación entre el mito y la búsqueda de un nuevo escenario poético. Por eso, y por la detención que ha tenido, cabe muy bien en este grupo de poetas vivos cuya lectura resulta fundamental para ver el decurso de la poesía dominicana del hoy.

El quinto autor es el representante de la poesía de los ochenta, José Mármol (1960). Desde la publicación de El ojo del arúspice (1984) ha sabido introducir cambios a la tradición literaria dominicana abrevando en la poesía latinoamericana. Una poesía de reflexión filosófica, es la suya. En los últimos años ha buscado temas más cotidianos, referenciales y amatorios.

Es uno de los poetas más difundidos en el exterior (obtuvo el premio Casa de las Américas), su obra ha sido publicada en la importante colección Visor de poesía y ha dirigido el Festival poético de Santo Domingo que organiza el Ministerio de Cultura. Ganador del Premio Anual de Poesía, ha estado en la palestra literaria en los últimos veinte años. Su obra ha sido estudiada por eminentes críticos literarios y académicos de gran prestigio. Creo que cuando los fuegos de la contemporaneidad sean sofocados, su obra crecerá aún más en estimación del público. También es ensayista; su tema, enmarcado en la crítica literaria, es la fundamentación poética.

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