Cincuenta años ayudando a cambiar la vida de los dominicanos

Cincuenta años ayudando a cambiar la vida de los dominicanos

Asteria Altagracia Peralta nació en Castillo, San Francisco de Macorís, fue a la escuela a los 7 años y solo hizo hasta el tercer grado. No alcanzó para aprender a leer y a escribir bien.

A los 14 años aprendió a tejer en un taller y empezó a producir dinero vendiendo abriguitos, zapatitos, gorritos, etc. Se casó a los 16 años y se fue a vivir a otro municipio con su marido. Su esposo trabajaba en una parcela de arroz y ella tejía y cuidaba a sus tres hijos.

Cuando su hija mayor tenía 7 años, su marido la abandonó por otra mujer; entonces siguió tejiendo y vendiendo lo que hacía, además vendía ropa y dulces y rifaba para poder mantener a sus hijos.

Al paso de los años fue perdiendo la visión y al cumplir 36, decidió arrendar una parcela para trabajar sembrando arroz, tarea a la que se dedicó por más de diez años. Aunque es un trabajo muy duro, le fue muy bien y con lo que ganó de sus cosechas empezó a hacer su casa, pero hace unos años murió su hijo, y tras esa pérdida se fueron sus deseos de seguir en los campos de arroz, por lo que decidió poner un negocio de comida.

Conoció la Fundación Dominicana de Desarrollo a través de un volante que cayó en sus manos y gestionó su préstamo para preparar una cocina en una enramada cerca de su casa, allá vende desayunos y cenas.

Todos sus vecinos la conocen y la respetan porque la han visto trabajar duramente. Hoy día sus hijas tienen educación superior y está criando dos nietas que estudian y la ayudan tanto en la casa como en el negocio.

A sus 52 años de edad y con lágrimas en los ojos, recuerda sus duros años en los campos de arroz y agradece el poder sostenerse con un negocio propio.

Asteria es solo uno de los más de 17 000 dominicanos activos que se benefician del servicio microfinanciero que ofrece la Fundación Dominicana de Desarrollo (FDD) en diez provincias del país, desde hace justo 50 años.

Esta fajadora, fue reconocida como “Mujer emprendedora”, por la Fundación, junto a otros dos microempresarios, y su historia fue publicada en el libro de memorias de la institución del año pasado.

Cristina Trullols, directora ejecutiva de la FDD, explicó que este tipo de distinción se hace todos los años, para reconocer el trabajo y esfuerzo de sus clientes.

“Para nosotros es un orgullo poder decir que estas personas han logrado cambiar su vida, y ese es nuestro propósito final. Cómo un crédito bien utilizado puede ayudarte a crecer”, indicó.

Trullols señaló que además del préstamo, sus clientes reciben educación financiera gratuita, capacitación y entrenamiento para poder empoderarse de su propio desarrollo y emprender o mejorar sus propios negocios.

“Nosotros les acompañamos, les enseñamos a manejarse en su negocio y en sus finanzas personales. No les damos el pescado, sino que les enseñamos a pescar”, aseguró.

Cristina dijo que el reto de la microfinanza es llegar a los más necesitados y a donde no se tiene presencia, que es el campo. “Conocer al cliente, sus necesidades, adaptar nuestro producto a nuestros clientes, no al revés”.

Además de capacitar a sus clientes, Cristina expresó que la FDD lleva cursos a las reclusas de la Procuraduría que están a punto de salir en libertad, para que puedan reinsertarse a la sociedad.

Proceso para un préstamo. A través de sus 16 agencias en todo el país, la FDD ofrece sus créditos luego de un proceso de depuración donde se evalúa al cliente.
“Tiene varios requisitos: deben tener entre 25 años y 60 años; tener ingresos constantes, un garante… no entramos en negocios de alcohol, ni política. Nuestros clientes son normalmente artesanos, colmaderos, mecánicos, estilistas (salones de belleza), vendedores ambulantes…”.

“Prestamos desde 5 000 pesos y hemos llegado a casi un millón. Nuestro crédito promedio es 14 000 pesos, y ha perdurado a través de los años. Somos de las pocas instituciones financieras que prestamos a ese nivel. Y ese es nuestro reto, mantener el equilibrio sin olvidarnos de nuestra misión, sin olvidarnos de los más pequeños”, indicó Trullols, quien lleva un año en la dirección ejecutiva de la institución.

La Fundación Dominicana de Desarrollo se promociona con el “boca a boca”, yendo de casa en casa, a través del programa de referidos (los clientes que son buena paga refieren a familiares o amistades que deseen algún crédito).

Cincuenta años con la misma misión. Bajo el lema “Cambiamos vidas, creando empresas” la Fundación Dominicana de Desarrollo trabaja desde el 1966, con la misión de “catalizar el desarrollo de República Dominicana”, a través de los valores con los que opera: compromiso, liderazgo, integridad, innovación, proactividad y solidaridad.

La Fundación abrió sus puertas como una apuesta del empresariado local privado convocado por José Armenteros Seisdedos, como respuesta a la necesidad de una República Dominicana en la que reine la paz y dignidad.

Veintitrés empresarios apoyaron el nacimiento de esta institución, con la finalidad de que se convirtiera en el motor técnico para la eliminación de la desigualdad económica manifestada con la caída de la dictadura trujillista y la guerra civil de 1965. Esta respuesta nace además, del sentimiento de fraternidad y empatía que quiere asegurar, con el empeño y esfuerzo común, que los dominicanos construyan juntos su destino.

Durante estas décadas, la fundación ha podido acompañar a más de un millón de dominicanos y dominicanas de bajos ingresos para que, empoderados de su propio desarrollo, eleven sus niveles de dignidad.

La FDD cuenta con un Consejo Directivo presidido por Elías Julia C y con un Consejo de Asesores, integrado por los pasados presidentes de la Fundación.
Cristina Trullols, la actual directora ejecutiva de Fundación Dominicana de Desarrollo, asumió la posición el pasado año, y tiene el objetivo de renovar y adaptar a la institución a los nuevos tiempos.

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