Claves para Miguel Aníbal Perdomo
(La lectura de textos, según la poética)

Claves para Miguel Aníbal Perdomo<BR>(La lectura de textos, según la poética)

DIÓGENES CÉSPEDES
Citas el libro de Meschonnic, “Para la poética”, que traduje en 1.996. Te copio una síntesis del “modus operandi” de dos métodos radicalmente contrarios: la estilística, patrocinada por la teoría metafísica del signo, y la poética meschonniciana.

Dice así: “La poética es el estudio de un universo cerrado-abierto, lenguaje único. Para lograr esto, la metodología debe renovarse.” ¿Qué significa cerrado-abierto? La obra, si es valor, es cerrada, o sea que una vez escrita, no puede modificarse porque será entonces otra obra. Abierta, porque al ser valor los sentidos que emite con plurales hasta el infinito.

¿Cómo renovar la metodología para leer esos sentidos? La poética lo plantea así: “El problema está en saber “cómo” utilizar la lingüística contemporánea y su terminología sin hacer fracasar la unión literatura-lingüística . Hace falta un leer siempre nuevo. La crítica debe enfrentarse con un todo.”

Si utilizas una lingüística metafísica, la aplicación de sus conceptos al texto será un fracaso. Los métodos que enumeré en el artículo anterior conciben el lenguaje y el signo como conceptos metafísicos y son procedimientos estilísticos. ¿Cuál es la crítica que la poética le hace a estos métodos estilísticos? Esta: “Se puede criticar la estilística por su funcionamiento totalmente analítica que fragmenta los objetos de estudio y conduce a una ceguera parcial. El proceso debe llevar del todo a las categorías estilísticas de ese todo.”

¿Qué más puede criticársele a ese método? Esto: “Otra crítica que puede planteársele a la estilística es el doble postulado que maneja, de que, en primer lugar, el estilo es una escogencia en relación con el uso (¿cuál uso?) y en segundo lugar, que existe una “lengua literaria” en el tiempo o en un tiempo. Es necesaria la lectura-escritura de una obra que pueda ser objeto contemplado y sujeto revivido de la crítica, sin contradicción.”

Existen varias poéticas, como dices. Pero todas las que son tributarias de Aristóteles son obligatoriamente metafísicas, pues funcionan conforme al dualismo del signo. La de Roman Jakobson es una poética aristotélica, pese a las observaciones importantes que hizo en su momento. Veamos lo que dice la síntesis de Meschonnic: “La poética, tal como la define Jakobson, está ligada al re-examen moderno de la retórica. Se desprende una doble reflexión fundamental: primero, acerca de la alteración profunda del discurso causada por el ritmo, además de la organización sonora en el espacio del verso, y segundo, sobre las figuras que no son ni desvíos ni ornamentos, sino los necesarios medios de comunicarse.”

La poética de Meschonnic ha revalorizado la retórica. Las llamadas figuras retóricas entran en el discurso como sentidos. Para que una figura sea nueva, debe transfigurarse. Si el escritor no logra esa transfiguración, su figura se queda en repetición hecha anteriormente por alguien. El ritmo es el significante mayor del discurso poético para Meschonnic porque él es el sentido y el sentido es el ritmo. El ritmo es la forma cómo está organizado el sentido en la obra. El ritmo es el valor. Este valor se determina no solamente por la orientación política de ese sentido en contra de las ideología y las creencias de una época, sino también por la forma de la distribución de la sonoridad del texto, que en la poética se llama prosodia e incluye los juegos de palabras, las paronomasias, los paragramas, la tipografía, el fraseo, la sintaxis, la transfiguración de las figuras, las rimas internas, los anagramas y sus derivados.

Por eso, en contra de Jakobson y las estilísticas, estructuralismos y poéticas generativas, el método de Meschonnic “elimina la oposición entre poesía y lenguaje, puesto que la palabra deviene contexto. La frase produce el sentido de la palabra, la obra produce el estilo. Sólo una concepción de la obra como escritura –no como adorno–  puede cuidarse del viejo dualismo del “fondo” y la “forma”. Lo propio de las obras fuertes es la transfiguración de las figuras. Un estudio del estilo debe englobar la totalidad del acto poético. La obra no está toda en la gramática del texto como tal, con la cual Jakobson parece identificarse (véase a este respecto sus análisis de “Les Chats” de Baudelaire). No deben confundirse las estructuras pe-existentes de las formas (como el soneto) con su utilización única.”

Concluye el creador de la poética antimetafísica con esta crítica al método estructuralista: “El grave defecto del estructuralismo está en el proyecto mismo de estudiar el sistema en sí, cuyo resultado es una descripción tautológica donde el “valor” se pierde de vista. El objeto de la poética no debe ser la descripción exhaustiva y tautológica de la obra, ya que el valor contiene en sí mismo elementos propios de la teoría de la literatura, de la historia, de la biografía, de todo el conjunto cultural. Hay un trayecto ininterrumpido, recíproco, entre la obra como objeto y la obra como sujeto.”

Dices que mi poemario es un libro de teoría matador del vuelo poético. Esta confusión es propia de la época que esculpe el mismo dualismo del signo separador del significante y el significado y ahora quiere separar teoría, emoción y sentimientos. Lee la última novela de Andrés L. Mateo. Verás que lo que supones debe ser pura emoción, puro sentimiento, está atravesado por definiciones de todo lo que figura en ese texto. Toda definición es metalenguaje-ideología-teoría. El amor, el pasquín, lo biográfico del autor, el maricón de carroza, el violín, los personajes, la poesía, el vudú. Metalenguaje es todo lo que está definido  en esa novela y toda definición es noción ideológica en un texto, no sentimiento ni emoción. Pero la obra-valor es siempre más símbolo que signo.

Incluso en el supuesto caso de que las emociones, los sentimientos y el lirismo en una obra fueran cien por ciento químicamente puros, estarías ante el dilema siguiente: las acciones y discursos donde los personajes son puros sentimientos, puras emociones, ¿no son por ventura tales sentimientos y emociones irreales, ficticios, pura invención del sujeto que escribe? En un texto todo está sometido a la lógica de lo simbólico. El problema es no quedarse en el signo, sino crear ritmo-valor. Esto no puede lograrlo todo el que dice ser escritor. No todo intelectual es un crítico.

No “contesto” la lengua. Tu afirmación confunde y funde lengua y discurso. Yo cuestiono los discursos repetidores de ideologías y creencias. Si “predetermino la poética y a veces abro las compuertas a las imágenes”, para ti mis poemas son teoría. Para ti lo discursivo es lo que no tiene valor poético, lo que no es sentimiento o emoción. Mi poesía oscila, según dices, “en el terreno de lo discursivo”. Enorme elogio y reconocimiento si tomara lo discursivo en el sentido de la poética antimetafísica. Pero en boca tuya, lo discursivo es teoría.

Lo discursivo es noción de la estilística. Esta es  incapaz de distinguir entre lenguaje, lengua, discurso e ideología. “Una lingüística declara o esconde una metafísica.” Si me dices cuál es tu teoría del lenguaje y el signo, te diré cuál es tu teoría del ritmo, del poema, del sujeto, del Estado, del individuo, de lo social, de la historia y de la traducción.” Una ausencia de teoría del lenguaje y el signo también declara o esconde una metafísica.

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