Coctelera

Coctelera

Buenas, Maginito querido. Pasadas las elecciones, conocidos los resultados y a la espera de los fallos de las impugnaciones, permítame tratarle temas ligeritos, en vista de que el certamen comicial ha dejado gente medio locas, algunas, locas por completo, otras. Tenemos, por ejemplo, que referirnos a un hecho muy comentado en los últimos días en sectores ligados a los movimientos culturales de la nación. Nos referimos al lamentable deceso de la profesora Magda Corbett, conocida como “La Madame”, maestra de bailes clásicos y quien dedicó muchos años de su vida a las jóvenes dominicanas…  Es cierto, muy cierto, que la historia del ballet dominicano no podría escribirse sin el nombre de la profesora Corbett, una mujer que amó intensamente este país que le recibió con los brazos abiertos en los días aciagos de la post guerra. Fue ella, sin duda alguna, una forjadora de valores y creadora de una escuela que ha dado excelentes resultados… Ahora bien, Maginito, la desaparición física de la profesora Corbett hace recordar también a una figura olvidada por todos y que sembró la semilla del baile clásico en la República Dominicana. Nos referimos a la profesora alemana, o austríaca, Hertha Brauer, quien junto a su esposo Otto fundó la primera academia de ballet que se recuerda aquí y que llamó “Flor de Oro”, en lo que se interpretó como una muestra de simpatía cobística hacia la hija mayor del dictador Rafael L. Trujillo… Esa academia operó en el gimnasio del llamado templete -en realidad no era tal-, del entonces parque infantil Ramfis, hoy Eugenio María de Hostos. Un gran salón fue construido para un gimnasio que nunca operó, salón dotado de un fino piso de tabloncillo, y con barras instaladas a lo largo de ambos lados de la espaciosa área. Los esposos Brauer laboraron con gran entusiasmo y lograron que jóvenes de la capital fueran inscritas en la escuela. La música en la enseñanza del ballet era suministrada por un viejo tocadisco del cual salían las piezas de los clásicos. Pero también a la escuela le fue facilitado un piano y las interpretaciones musicales estaban a cargo, en distintas etapas, de Rafael Holguín, María Luisa Munnigh y Horacio Abreu. Abreu fue pianista de distintas orquestas en el país y creo que también en Venezuela, especialmente con los grupos de Billo Frómeta y Porfi Jiménez, ambos dominicanos y el venezolano Luis Alfonso Larraim. El primer bailarín de ballet fue Liliano Angulo, muerto hace algunos años, quien tenía que soportar bromas de todo tipo. Angulo fue un extraordinario actor dramático y ejerció el periodismo deportivo -especialmente en lidias de gallo- tanto en El Nacional como en HOY. Otros bailarines fueron Julio Solano (Somá), quien actuó en el Blue Angel, de Chicago y Frank Viccini…. La memoria es sumamente frágil, y le hablo, Maginito, de hechos ocurridos hace más de medio siglo. Pero recuerdo, como bailarinas inscritas en la escuela de la señora Brauer a Lily Nanson, Olga Espaillat, Milena López, Oliva González, Brígida Coll, Olga Bello, Ruth Garrido, Miriam Jiménez, Margarita Allanic, Annette Enfroy, Rosa Obregón, Lucy Nanson y Alicia Cruzado, entre otras. La primera función presentada por la academia de la señora Brauer tuvo lugar en el auditorio del viejo Palacio de Telecomunicaciones, de la Isabel La Católica, de esta ciudad, y poco después en el auditorio del Partido Dominicano, en la George Washington… En el “templete” del viejo parque operaba el club de ajedrez Presidente Trujillo, luego denominado Salvador Aristy y una bella biblioteca infantil. También había, al aire libre, una pista para patinaje, que se usaba, esporádicamente, como cancha de baloncesto. La escuela de ballet tenía a su servicio un agente de la Policía, cuya única misión era impedir que jóvenes trataran de ver a las muchachas que se ejercitaban en la escuela, provistas de unas gruesas mallas negras que hoy escandalizarían, no solo por la gran cantidad de tela que gastaban, sino también por lo poquito de la anatomía que dejaban ver. Pero, aún así, el deporte del rascabucheo, aunque nunca ha sido olímpico ni subsidiado, siempre se ha practicado en forma masiva, sin reclamar costosas y lujosas instalaciones a un Estado parejero y muerto de hambre… Los esposos Brauer, tengo entendido, recibieron tentadoras ofertas para irse a enseñar ballet a Puerto Rico. Aceptaron esas ofertas y pasaron su academia local a la señora Corbett, quien siguió el trabajo con el mismo entusiasmo que sus predecesores. Me inclino reverente ante la memoria de la señora Corbett y su labor en este país que tanto amó. Pero, al mismo tiempo, sería muy injusto si olvidara a la señora Brauer.

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