Coctelera

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¿Qué hay de nuevo, don Magino? ¿Se dio cuenta de que ya contamos a 29 de diciembre?. El 30 y el 31 vienen zumbando y se acabó el año. Entonces, a pitchar el juegazo del 2004, año en el que habrá que cantar, sin duda alguna, aquello de “a luchar, soldados valientes”…. Magino, leo en HOY un trabajo suscrito por el redactor Pedro Germosén, en el cual trata un temita de lo más que se yo: la forma en que los legisladores, inexplicablemente, prefieren aprobar los contratos de préstamos con empresas privadas en vez de favorecer los que pueden hacerse de gobierno a gobierno.[tend] Y hasta saludable es decir que eso ocurre “inexplicablemente”. Para evitar fuñenditas. Lo cierto del caso es que sabíamos, desde hace algunas semanitas, que era un comentario obligado entre algunos diplomáticos europeos el hecho de que los legisladores criollos gustan tan poco de los créditos por vías oficiales, especialmente de los españoles….Es más, tenemos entendido que algunos de esos diplomáticos se han sorprendido tanto de esa actitud, que consideran que los legisladores del patio creen que viven en el país de Alicia y sus maravillas. Se supo de un diplomático que llegó a decir que no se explica las razones por las cuales el gobierno español ha otorgado créditos a su colega dominicano, tan blandos pero tan blandos, que parecen regalados. Se habla de un préstamo para inversión con un interés de un cuatro por ciento al año y varios períodos de gracias….Y aquí viene lo buenito de verdad. Hay quienes sostienen que legisladores de esos que tienen un piquito más fino y puntiagudo que el mosquito que produce el dengue hemorrágico, que han llegado al extremo de sugerir a gente del Estado que se busquen empresas privadas para canalizar los créditos a través de la mismas, sin importarles un carajo que eso multiplique, en forma sumamente elevada, la tasa de interés a cobrar. Es más, por ahí se asegura de que uno de esos préstamos blandos, “tramitado” a través del `sector privado`, podría ser aprobado con una tasa de interés anual del 16 por ciento. ¿Qué se persigue? Bueno, eso queda a la imaginación de cada ciudadano, pero sería muy oportuno conseguir copia de esos contratos de préstamos y publicarlos todos, en toda su extensión, para retratar de cuerpo entero a una serie de camajanes que merecen una buena pela con una cola de bacalao llena de tachuelitas. ¡Y pensar, Maginito, qué tantos préstamos onerosos han sido aprobados en este país que merece mejor suerte!….Las denuncias formuladas por religiosos católicos, incluyendo un obispo, de que ciudadanos haitianos que retornan a su país son objeto de abusos, atropellos y despojos en la zona fronteriza, ameritan una urgente investigación y lo que es más importante, aún, el sometimiento a la justicia de los autores de estas vagabunderías y de quienes las apoyan, de comprobarse su existencia y extensión. Es increíble que seres humanos sean tan desaprensivos, tan abusadores, que lleguen al extremo de robar lo suyo a quienes han venido a este país a fajarse de campana a campana y cuando retornan a su lar nativo, llevando parte de lo que honradamente han conquistado con el sudor de su frente, sean víctimas de robos por vagabundos que solo merecen estar enjaulados, como se enjaula a las fieras salvajes….Cabronazos como estos que roban a los haitianos son los culpables de que organismos internacionales, a cada rato, acusen al país de auspiciar estos excesos. Eso sí, Magino, el gobierno que tampoco se cruce de brazos y prive en más estrecho de la cuenta. Para algo dispone de la fuerza, que muy cara cuesta a los contribuyentes dominicanos. Que la use en lo que tiene que usarla, apresando y sometiendo a la acción de la justicia a los salteadores que tanto ensucian el nombre de la nación. Poco o nada importa quienes sean estos bandoleros de siete suelas. Los militares, que a lo largo de la frontera han contraído una serie responsabilidad con sus compatriotas, tienen que extremar la vigilancia para proteger la línea y a quienes, debidamente, por ella transitan. Y si uniformados se prestan a vagabunderías y ensucian el uniforme que se les ha confiado; ni modo, que el peso de la ley les caiga encima y les castigue como merecen.

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