Coctelera

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República Dominicana y Haití siempre tendrán que compartir el dominio de la isla. No se descubre la pólvora al hacer esta afirmación. Eso sí, serán naciones independientes una de la otra, aunque eso le pese a los grandes «amigos» de la vecina república.

Es reconfortante, por tanto, el nuevo encuentro sostenido entre los mandatarios Leonel Fernández y René Préval. Y más que el encuentro en sí, los pronunciamientos formulados por los dos gobernantes deben ser respaldados por quienes desean que la paz y el progreso imperen en esta isla caribeña…. El más serio problema entre los dos países lo constituye la permanente migración de indocumentados haitianos hacia la República Dominicana. En esa situación, sin embargo, los dominicanos tenemos una gran cuota de responsabilidad, pues en cierta forma hemos fomentado la irregularidad a través de los años. Desde luego, este mal tiene que ser enfocado y solucionado por los dos países, pero es evidente que se hace necesario, imprescindible, que las autoridades dominicanas asuman su deber con verticalidad y establezcan los controles que fijen las leyes…. Si se ven las cosas en una forma desapasionada, es claro que la migración haitiana -poco o nada importa que sea legal o indocumentada- tiene un real peso en la economía del país, pues no sólo es vital para  el corte de la caña, sino en todo el sector agrícola y en la industria de la construcción. Esas son cosas que no pueden negarse y si por cualquier causa se considera que eso es negativo, tampoco puede resolverse por métodos violentos, sobre todo cuando falta la obra de mano quisqueyana, que ha huído de los campos y de los trabajos pesados en la construcción….. Por otra parte, es innegable que hemos sido, hasta cierto punto, unos buenos ineptos para capitalizar al comercio con Haití. Ni siquiera hemos podido aprovecharnos de las crisis a que es sometido el vecino país, para imponer nuestro comercio en esa zona. Ha existido un intercambio desorganizado entre Haití y Dominicana, pero es muy obvio que solo el denominado «éxito» que se obtiene en los mercados informales en la frontera que separa a las dos naciones, constituye una prueba de cuanto podría lograrse si se laborara de manera formal. Los productores de huevos del Cibao tienen en esos mercados la grata experiencia de ventas seguras, a buenos precios. Y así, también, vemos como los productores de otras líneas aprovechan esos mercados informales para desarrollar sus negocios. Es evidente, sin embargo, que el comercio entre las dos naciones, el intercambio verdaderamente fomentado, se encuentra en pañales, en los precisos instantes en que la plaza haitiana podría recurrir a productos dominicanos, de calidad, a excelentes precios, y con unos costos mínimos en el transporte. Las trabas que puedan ponerse a las operaciones de ese comercio organizado, bien pueden desaparecer por virtud del diálogo civilizado…. Fernández y Préval están conscientes de que los países que gobiernan tienen que enfrentar problemas comunes, aun cuando los haitianos sean de mayores proporciones. Ambos mandatarios están contestes en que ninguna dificultad será vencida si persisten intereses malsanos que buscan distanciar a los dos pueblos con recuerdos trágicos de hechos pasados. ¿Ve usted, acaso, mi querido Magino, que Estados Unidos recuerde su guerra con Vietnam del Norte, un hecho relativamente reciente? No, por el contrario, los norteamericanos se sienten muy felices negociando con un Vietnam unificado, eso sí, con un Vietnam al cual no se le puede colocar un cuello estrangulador o cosa por el estilo. ¿Por qué, entonces, tenemos que mantener una campaña de odios entre dominicanos y haitianos, campaña matizada por fundamentalistas de los países. Que se mantenga la dominicanidad, la independencia, no de los haitianos sino de todo el mundo, pero que se destierre el anti-haitianismo aquí, el anti-dominicanismo allá. El Santo Padre, muy recientemente, reconoció la forma en que se trata en este país a los haitianos, documentados o indocumentados, en lo que constituye un bofetón sin mano a quienes se supone que son sus subalternos en la Iglesia Católica y que viven pregonando vulgares mentiras entremezcladas con medias verdades, para fomentar el odio y dañar hasta la economía de esta nación. Pero esos curas belicosos tal vez nunca entenderán que la República Dominicana, pese a su carga de problemas, ha permitido la subsistencia de un Haití que ha sido explotado hasta la coronilla por quienes se dicen ser sus amigos. Es posible, viejo Magino, que haya llegado el momento para que Haití y República Dominicana depongan viejas rencillas y sienten sus autoridades alrededor de una mesa para que busquen metas comunes de desarrollo.

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