Cohesión ante los desafíos

Cohesión ante los desafíos

Hay cosas pendientes de desentrañar en cuanto a los atentados contra la cárcel de Najayo, el Metro de Santo Domingo y las torres del sistema eléctrico de alta tensión. En el primero de los casos hay sospechosos bajo persecución y un vehículo que no ha sido localizado; en relación con el incendio en el Metro late la sospecha de una autoría intelectual y falta determinar causas y objetivos del atentado, y falta armar el rompecabezas de las torres para ver dónde encajan las piezas de responsabilidad material e intelectual.

Aún dejando de lado todos los sucesos delictivos en investigación, los casos señalados representan un gran desafío para una justicia asediada por una delincuencia que, según el jefe de la Policía, se esfuerza por intimidarla. Frente a estos hechos, se necesita la mayor cohesión posible entre Policía y Ministerio Público, con absoluto respeto de la supremacía de este último como jefe de la investigación.

Lo que necesitamos ahora es deponer la caza de protagonismos individuales para concentrar los esfuerzos en dar una respuesta contundente al grave y temerario desafío que entraña el ataque a tiros contra una cárcel, atacar con artefactos incendiarios un vagón del Metro atestado de gente o pretender el colapso del sistema eléctrico nacional. En estas circunstancias, la cohesión debe ser la estrategia por excelencia.

EN DEUDA CON LOS ANTEPASADOS 

Los cementerios municipales del Gran Santo Domingo tienen en común el abandono que los ha degradado a la condición de guaridas de delincuentes, narcómanos y traficantes de sustancias prohibidas. En esas condiciones pasan casi todo un año, hasta que se aproxima el Día de Difuntos, cuando se trata de tapar el sol con un dedo por medio de un simple recorte de la maleza. La situación es de tal gravedad, que muchos deudos rompen los ataúdes de sus difuntos antes de sepultarlos, para evitar que los ladrones los desentierren y carguen con ellos para venderlos.

Los gobiernos municipales en casi todo el país -porque hay excepciones- están en deuda con los antepasados, por la condición de abandono en que mantienen la mayoría de los cementerios. Los camposantos públicos han perdido la solemnidad y ya no reina en ellos la tranquilidad que merecen los difuntos.

 

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