Comienza otro momento

Comienza otro momento

Con sus musas y dioses, su estilo, sus poemas, canciones, consignas y carteles. Barbas y uniformes, abrazos, desenfado. Epopeya caribeña irrepetible. Génesis libertario inimitable. Desconstrucción de paradigmas para volver a ellos. El hombre nuevo a pesar del paredón. El hombre nuevo y las fobias, las filias, la exclusión. El racismo fuera de agenda tras celosías y verde olivo. El “Tengo” de Nicolás Guillén se desvaneció muy pronto, pero se repetía como credo. La poeta Georgina Herrera trabajaba en el Instituto Cubano de Radio y Televisión, con sus libros traducidos en cinco idiomas y ganancias por sus publicaciones que le alcanzaron para “comprar una zaya india que siempre había querido, en dólares, un pullover y una botella de ron”, está convencida que, con y sin 59, ser negra, como ella, es una calamidad. Cuba y el ruido del avión que transportaba el miedo del dictador en fuga y la multitud subrayando su condición de mulato, su ausencia de linaje y el uso del uniforme para reprimir la disidencia. Las mujeres tratando de ser María del Carmen, la imaginaria de Noel Nicola, aunque ya estaba “La princesa de los Rebeldes”, Naty Revuelta Crews, quizás esperando la recompensa que el amor no pide. Estaban y estuvieron, Celia Sánchez Manduley, Haydé Santamaría, Vilma Espín Guillois, Aleida March. La saga de heroínas, incansables, poderosas. Persistentes militantes hasta culminar, algunas, el tránsito glorioso con el suicidio. El clasismo confundido, encubierto, con tantos niños bitongos apostando a la utopía. Criollos e importados. El culmen del internacionalismo mientras se denunciaba la intervención. Con la entrada triunfal a La Habana, empezó a escribirse la historia. Otra historia. Con su propio santoral y sus momentos épicos, las acechanzas tempranas que fueron combatidas con arrojo. Playa Girón y su poética como aquel asalto al cuartel Moncada y su lírica. Comenzó la defección, los desgarradores procesos sumarios con sentencias desmesuradas. La resistencia en Escambray sin crónica, con sus testimonios proscritos. Y aquel éxodo bíblico que produjo efectos irreparables, innecesarios, imperdonables. Desahucio de la heredad. El ucase para el destierro sin reclamo, aunque el territorio no fuera ajeno sino de todos. La expulsión del país propio, apropiado. Despido del hogar con la secuela sin enmienda que esparció los despojos del afecto, los jirones de cariño por doquier. La euforia impedía evaluar el daño de la separación, de la errancia obligada. La muerte de Camilo, la despedida del Che, la zafra, las tropas en El Congo, Argelia, Angola, Libia. El esplendor soviético reflejado en la isla, el derrumbe. Las hazañas médicas, deportivas, educativas. La caída del muro, sus consecuencias, el periodo especial. El permanente bloqueo. Las becas, los intercambios culturales. La Unión de Escritores y Artistas Cubanos-UNEAC- sus favoritos e intrigas, el Instituto Cubano de Arte y Cinematografía-ICAIC-, la radio, la televisión, la empresa de grabaciones y ediciones musicales -EGREM-. Una primavera para la región, reverenciada en el planeta. También las Unidades Militares de Ayuda a la Producción-UMAP- los Comités de Defensa de la Revolución -CDR-. Todos fuimos Cuba. La realidad no impedía que dejáramos de serlo. La obnubilación ideológica veía el paraíso que los otros sufrían. Vals Arango, 20 años preso en las cárceles cubanas, decía, desde su fervor de revolucionario proscrito: “Aquí, lo que no está prohibido es obligatorio”.
La tercera generación de cubanos lamenta, como expresa un personaje en la novela “Nunca fui Primera Dama” de Wendy Guerra: “que fuimos secundarios para nuestros padres. Era el tiempo que una consigna podía más que un sentimiento”. Ahora,“La jaula queda abierta y no siento el impulso de salir sino el pánico a que alguien desconocido entre por esa puerta. ¿Cómo vamos a vivir sin alguien que nos diga lo que tenemos que hacer?” Algo dirá, Miguel Díaz Canel, presidente del Consejo de Estado. Con Raúl Castro Ruz y Alejandro Castro Espín, presentes, será el guía “hacia la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”, 59 años después, como reza la Constitución de la República de Cuba.

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