Sí, los objetivos financieros se construyen. No surgen del vacío ni son iguales para todo el mundo.
Para empezar, los objetivos financieros deben ser coherentes con los objetivos de vida: mientras más claros estemos en lo existencial más fácil nos resultará definir lo financiero.
Por otro lado, al construir los objetivos financieros deben tomarse en cuenta tres riesgos fundamentales: el riesgo salud, el riesgo operativo y el riesgo de flujo de caja. El segundo se refiere a qué tan confiable o estable es nuestra actividad generadora de ingresos y el tercero a las fluctuaciones que puedan tener en el tiempo nuestros ingresos y nuestros gastos.
Partiendo de estas premisas básicas – objetivos de vida claros y riesgos a cubrir – la variable más importante para la construcción de los objetivos financieros es el excedente entre nuestro ingreso activo y nuestro costo básico, y el uso u “ocupación” que le damos a ese excedente.
De esta forma, si este excedente está copado por compromisos, tales como cuotas de préstamos, atención de resacas financieras o consumos incidentales, probablemente nuestros objetivos deban girar en torno a higienizar nuestro movimiento financiero.
Si, en cambio, nuestra situación es tal que el excedente entre el ingreso activo y el costo básico está disponible – o que ya lo hayamos “liberado” durante el proceso de higienización – entonces podemos enfocar nuestros esfuerzos hacia el ahorro, con el fin de construir un capital líquido y, posteriormente, hacia la inversión para hacer crecer – o preservar – el capital construido.
ZOOM
Vivir despiertos
Saber cuánto costamos y cuánto de nuestro ingreso activo podemos tener disponible para construir riqueza constituye una de las claves de la cultura financiera. Esta conciencia nos permitirá seguir “costando lo mismo o casi lo mismo” aun cuando nuestros ingresos se incrementen con el tiempo. Sin esta sensibilidad, nuestros egresos siempre terminarán “alcanzando” nuestros ingresos.