Cómoda solicitud

Cómoda solicitud

Es Rosario. No, es Gioconda. Esa porfía tan nuestra, la duda presente en cualquier situación. Esa marca generacional que no cree, desconfía y apuesta. Sin importar testimonios, confesiones, pruebas ni experticia. Porque sí, porque yo sé y nadie más. Trasciende al apóstol Tomás y su ver para creer. Es Rosario. No, es Gioconda. En un pasillo de aeropuerto, como ocurre en esta temporada. Época del reencuentro y renovación de afectos, del pasaje comprado con esfuerzo. El hombre se acerca y menciona un artículo publicado hace tiempo y recreado en el año, 2014, para comenzar enero. Repítalo-solicita- me encantó lo del lunes y también la novela. Puede buscarlo, digo. Está por doquier.
-Usted menciona a la mujer de Ortega, la Murillo-. No, no es Rosario. Pero es que me acuerdo. Sí, pero no es ella la autora. Publíquelo otra vez. Insisto: puede buscarlo. Ah no, me gusta leer el periódico.
Y entonces la vanidad ganó. Pecado que se convierte en motivo para la grafía sin aplausos. Para un oficio que encanta y clama por lectoría y aunque no exista, pervive. Cedo y busco. Corto y recorto. El trabajo empieza declarando a enero lunes del año. A pesar de sus feriados, es el miedo. Pendiente y precipicio. Estreno y reto. Resaca de tanto abrazo y confesión de cariño, del dispendio frenético, perturbador, además gratificante. Es el vacío. Frustración y éxito. Ilusión y espera. El desafío de 365 días sin estrenar. Jano con sus dos caras. La obligación de enfrentar la realidad. Entre el trajín del acomodo, procede recrear el comentario escrito, luego de leer “El País bajo mi Piel”, libro de la nicaragüense Gioconda Belli. Porque nada más erótico que la revolución. En aquel tiempo, hombres y mujeres pretendían transformar el mundo y el cambio llegaba a sus cuerpos. Se amaban al borde del peligro, con la prisa de la delación o la emboscada. Detrás de la trinchera encontraron el gusto, ese límite de abismo que acerca a la muerte porque estaban signados por ella. Siempre es la pasión, la piel. Se aposta detrás del AK47, del primer decreto, del temblor del triunfo, del espejismo de la derrota. La historia erótica del 1959 cubano no se ha contado, la del 65 dominicano se presume, la del 79 sandinista comienza a esbozarse, con Gioconda. Hija de la elite, fue distinta a las demás. Su madre la hizo mundana y coqueta desde aquel día que la maquilló para aparentar más edad y engañar el portero de un cabaret parisino.
Creció al lado de la pobreza, como ocurre en nuestros países. No entendía la desigualdad. Intuyó la dictadura cuando mataron a un vecino y su niñera no pudo impedir que viera la sangre. Después comprendió porque algunos familiares decían “abajo” cuando las masas gritaban ¡Arriba Somoza! A los 18 años celebra su boda como Dios manda. Pretendía que la maternidad evitara el fracaso. Aburrida, fue infiel sin culpa. Comenzó a escribir, en el 1970 era conocida como poeta. Su marido ignoraba que era sandinista y adúltera.
“Una de mis mujeres quería hacerlo todo según los anales clásicos de la feminidad, la otra, quería los privilegios masculinos: independencia, valerse por sí misma, tener vida pública, amantes. He logrado que ambas coexistan bajo la misma piel.” Escrito con el desenfreno propio de quienes provocan la tragedia y la conjuran, con la única perspectiva del ahora, del próximo disparo, del exilio o la cárcel. Proclama de libertad y lucidez.
Sergio Ramírez intenta desnudarse en “Adiós Muchachos” pero sólo se quita la chaqueta. Gioconda está en cueros, en Memorias de Amor y Guerra. Escribe la historia contemporánea de Nicaragua, con sus desastres naturales y políticos. Critica la quimera, desde adentro, sin amarguras. Denuncia la transmutación de sus camaradas. El marido: machista que nunca le perdonó ser burguesa, sandinista y libre; Torrijos, concupiscente; Daniel, ladino; Humberto, fanfarrón; Fidel, sabio y distante; Rosario Murillo- entonces (cib)- sumisa. Rememorar ha sido grato. Complacido el lector. Es Gioconda.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas